La reforma del Camp Nou encalla. Es una obra tan necesaria como maldita, visualizada ya a finales del siglo XX por el expresidente José Luis Núñez y penalizada por la guerra de ismos del Barça. Tampoco ayuda ahora la precaria situación económica de la primera entidad deportiva de Cataluña, con una deuda de 1.350 millones de euros. En octubre se reanudan las obras de urbanización de Joan XXIII y Joan Reverter, el actual CEO del club, ha cifrado en 1.500 millones el coste del Espai Barça, que contempla la remodelación del estadio y la construcción del nuevo Palau, con capacidad para 15.000 espectadores.
El Camp Nou, inaugurado el 24 de septiembre de 1957, costó 288 millones de pesetas (unos 1,7 millones de euros). Durante la presidencia de Núñez fue ampliado con motivo del Mundial de España (pasó de 90.000 a 120.000 localidades), en 1982, y sufrió una segunda remodelación en 1994. Desde entonces, las actuaciones han sido mínimas. La ausencia de obras importantes en el coliseo azulgrana contrasta con la espectacular transformación del Santiago Bernabéu desde que Florentino Pérez accedió a la presidencia. Antes de la actual reforma, el Bernabéu ya tenía 5.000 localidades VIP, casi 3.000 más que el Camp Nou.
Los vecinos, contra Núñez
Núñez ya visualizó la necesidad de modernizar el Camp Nou y sus alrededores en 1999. Sin embargo, su proyecto más ambicioso, el Barça 2000, chocó con la oposición de los vecinos de Les Corts, contrarios a la construcción de 1.600 pisos, 26 salas de cine, tres museos, cuatro pabellones temáticos, bares y restaurantes. El plan también contemplaba 14.800 metros cuadrados para usos comerciales.
Vista aérea del Camp Nou / ARCHIVO
El Ayuntamiento de Barcelona, con Joan Clos en la alcaldía, frenó la propuesta de Núñez en unos tiempos muy convulsos para la entidad. En 2000, el empresario constructor renunció al cargo tras 22 años como máximo responsable de la entidad. El acoso de Hacienda y de una activa oposición liderada por Joan Laporta finiquitaron la era Núñez.
El Camp Nou de Foster
Joan Gaspart relevó a Núñez en la presidencia. Durante su mandato se puso la primera piedra de la ciudad deportiva, pero el empresario hotelero congeló la remodelación del Camp Nou. La necesaria transformación del campo sí fue asumida por Laporta, quien en 2007 exhibió el proyecto de Norman Foster. La reforma, cifrada en 240 millones de euros e inspirada en Antoni Gaudí, contemplaba una piel exterior compuesta por baldosas de colores (azul, grana, blanco, amarillo y rojo) y el estadio mantenía la forma asimétrica actual.
El mandato de Laporta terminó en 2010 y la elección de Sandro Rosell liquidó el proyecto de Foster, que cobró seis millones de euros por los servicios prestados. La nueva junta directiva cuestionó la reforma ideada por el arquitecto británico por considerarla más estética que funcional.
Recreación virtual del Camp Nou de Norman Foster / FCB
La junta directiva de Rosell se mostró mucho más combativa con Laporta por la compra de unos terrenos en Viladecans por 18,7 millones de euros en los que quería construir la Ciutat del Soci. En 2017, el valor de esos terrenos cayó hasta los 3,07 millones después de que las normativas medioambientales impidieran desarrollar actividades deportivas, de ocio o entretenimiento. Otra operación nefasta fue el acuerdo que Laporta firmó con Celestino Corbacho, ex alcalde de L’Hospitalet de Llobregat, para transformar los terrenos de Can Rigalt.
Campo nuevo o reforma
Rosell, obsesionado con generar nuevos ingresos con la explotación del estadio, renegó del pasado laportista e inició una campaña para decidir el futuro del Camp Nou. El ex presidente contemplaba la reforma (valorada en 500 millones de euros) o la construcción de un nuevo campo (cifrada en 1.000 millones de euros la obra) en Can Rigalt.
El Barça de Rosell se decantó por la opción más económica y emplazó a los socios a que aprobaran o rechazaran la remodelación del Camp Nou. El referéndum se celebró el 5 de abril de 2014, dos meses y medio después de su dimisión como presidente del Barça.
Aprobado por amplia mayoría
Los socios del Barça aprobaron por amplia mayoría (más del 72% de los votos) el nuevo Espai Barça, cifrado inicialmente en 600 millones de euros. Nikken Sekkei debía ampliar la capacidad del estadio hasta las 105.000 localidades, todas ellas cubiertas. A diferencia del Camp Nou de Foster, el Camp Nou de Bartomeu tendría una estructura simétrica y el gran cambio radicaba en la eliminación de muchos asientos de la primera grada. Los 12.500 abonados de las localidades afectadas debían ser reubicados en la zona alta del Camp Nou.
Imagen virtual del Camp Nou proyectado por Nikken Sekkei / FCB
Durante la campaña electoral de finales de 2020 y principios de 2021, Laporta, Víctor Font y Toni Freixa apostaron por renovar el Camp Nou. El abogado, consciente de su ventaja en los sondeos, se mostró muy precavido hasta que accedió a la presidencia. Entonces calificó de “obsoleto” el proyecto de Sekkei y anunció que el presupuesto final superaría los 1.000 millones de euros.
Traslado a Montjuïc
Laporta quiere un Camp Nou con doble piel, mucho más cerrado que el de Bartomeu, y ya ha expresado su voluntad de trasladar al primer equipo al Olímpic Lluís Companys durante una o dos temporadas para acelerar las obras. El estadio de Montjuïc podría acoger a 60.000 personas, una cifra muy inferior a los 83.000 abonados que actualmente tiene el Barça.
El actual presidente del Barça también deberá gestionar la construcción del nuevo Palau Blaugrana, con capacidad para 15.000 espectadores. Inicialmente, Bartomeu proyectó un pabellón para 10.000 espectadores, con un coste de 90 millones de euros. Este miércoles, Reverter ya ha avisado de que el nuevo Palau costará entre 300 y 400 millones, una cuarta parte del montante global del Espai Barça, una obra maldita y muy costosa que marcará el futuro del club en el siglo XXI.