"Deja a Messi", “ladrón” y otros exabruptos e insultos daban una calurosa bienvenida al presidente del PSG este lunes en el aeropuerto de El Prat como prolegómeno de una tensión que también se espera sobre el terreno de juego en los octavos de final de la Champions League. Una tensión cuyo principal origen se encuentra en los palcos.
Nasser Al-Khelaifi desembarcó en París el otoño de 2011, cuando Qatar Investment Authority, una empresa propiedad de la familia real de Qatar, compró el 70% de las acciones del club fundado en 1970. El extenista catarí asumía la presidencia de la entidad parisina en octubre y, solo un año después, la misma sociedad compraba el 30% restante de las acciones para hacerse con el control total de la entidad. El objetivo era claro y meridiano: levantar la Champions League.
Ya desde el principio, pero especialmente a partir de la adquisición del pastel accionarial total, el club empieza a invertir cantidades ingentes de dinero para fichar a jugadores de talla mundial y convertir un club decadente en una de las grandes potencias de Europa. Futbolistas como Pastore, Ibrahimovic, Lavezzi, Lucas Moura, Verratti, Thiago Silva, David Beckham, Cavani o David Luiz se van convirtiendo en la punta de lanza de un proyecto que lleva invertida la friolera de 1.315 millones de euros en fichajes.
Qatar Foundation, Qatar Airways, Qatar 2022...
La etapa de crecimiento del PSG coincide con una estrategia paralela de Qatar por situarse en el mapa del deporte mundial para ser una referencia. Algunos de los acuerdos más importantes en este sentido fueron la organización del Mundial de Balonmano de 2015 y del inminente Mundial de Fútbol 2022, que espera contar con Leo Messi como embajador. Además, el país se asoció con el Barça como patrocinador a través de la sociedad Qatar Sports Investments mediante los contactos de Sandro Rosell, que asumió la presidencia del club en 2010. Ello propició la llegada de Qatar Foundation para garantizar una salida menos traumática de UNICEF del pecho de la camiseta blaugrana y, dos años después, de Qatar Airways.
Esta asociación garantizó las buenas relaciones entre Barça y PSG durante muchos años. Sin embargo, esa amistad de conveniencia se agrietó en 2015, cuando Manel Arroyo asumió la parcela de marketing del club tras la dimisión de Javier Faus como vicepresidente económico justo antes de las elecciones. Con la conquista del triplete, el exdirectivo vinculado a MotoGP rompió un acuerdo verbal con Qatar Airways para exigir más dinero. La cúpula catarí sintió traicionado su honor y mantuvo el patrocinio solamente un año más con las cifras anteriores, sin mejoría alguna. Al año siguiente salió Qatar Airways, entró Rakuten y se abrió la veda de un fuego cruzado que le ha salido (y le puede salir todavía más) caro al FC Barcelona.
Guerra de fichajes frustrados hasta Neymar
A partir de aquel momento se empiezan a dar posibles operaciones de fichajes cruzados entre ambos clubes. Ninguna de ellas fructifica. El Barça, que ya se había quedado sin Thiago Silva unos años antes, se lanza a por jugadores como Marquinhos, Verratti o Di María sin éxito. Y, precisamente el año en que el Barça más insistió en fichar al medio italiano, el PSG pasó al ataque con todo y sedujo a Neymar para abandonar Barcelona pagando su cláusula de rescisión de 222 millones de euros. Ese fue el punto de no retorno.
Al-Khelaifi y Bartomeu posan junto al presidente de UEFA Aleksander Ceferin (centro) / FCB
Posteriormente, el Barça le ganó una partida al PSG con el fichaje de Frenkie de Jong –Bartomeu le llegó a decir al jugador que si no venía al Barça, que se fuese con Guardiola al City antes que al PSG–, que les había negado en verano la venta de Rabiot y que tampoco pudo convencer al Barça de que traspasase a Rakitic por unos 90 millones de euros, en el que fue otro gran error del club azulgrana. El verano siguiente, en 2019, el Barça volvió a la carga para recuperar a Neymar, que pedía salir de París a gritos. Negociaron largo y tendido, pero no hubo manera de cumplir el deseo de Messi por reunirse con su amigo.
El último episodio se produce este verano con el ‘regalo’ de Rafinha al PSG. El futbolista formado en la cantera culé se marchó al club parisino gratis a cambio de solo tres millones de euros en variables y de un 35% de un hipotético traspaso a otra entidad. Por lo tanto, el balance es negativo para el Barça, ya que cuando ha intentado fichajes del PSG ha fracasado –tan solo contrató a Lucas Digne, que salió rana– mientras que el club de París se ha salido con la suya tanto con Neymar como con su amigo Rafinha.
Venganza en palco novedoso
Sobre el césped la realidad es muy distinta. Siempre que se han medido ambos clubes en eliminatorias de Champions desde que los petrodólares catarís llegaron a París, el balance ha sido para los azulgranas. El PSG nunca ha ganado en el Camp Nou, con un empate (1-1) y tres victorias azulgranas (3-1, 2-0, 6-1), mientras que en el Parque de los Príncipes el balance es de dos derrotas (3-2 y 4-0), un empate (2-2) y una victoria (1-3). Especialmente doloroso en París es el recuerdo del último enfrentamiento entre ambos, la remontada más importante de la historia de la Champions. Un hito por el que claman venganza.
Ya con Bartomeu fuera del club y con la nueva directiva a la vuelta de la esquina –será escogida en las elecciones del próximo 7 de marzo–, no se esperan más que buenos modales en el palco del Camp Nou, donde la figura presidencial será la del accidental Carles Tusquets. Sin embargo, las tensiones generadas en torno al posible fichaje de Messi por el club galo alimentan una rivalidad feroz tanto en el campo, como en los despachos.