A Josep Maria Bartomeu le queda un año de mandato al frente del FC Barcelona y ya son muchos los episodios polémicos que ha protagonizado su junta directiva. Durante el mes de enero se tomaron varias decisiones que sorprendieron a los aficionados. Ernesto Valverde era destituido y se barajaban candidatos de diferentes estilos. También se cerró un mercado invernal con cuatro bajas y ninguna incorporación a pesar de las lesiones.
Ya con Quique Setién siguieron los problemas. Mala imagen del equipo y resultados adversos como la derrota en Valencia (2-0). En febrero continuaron los capítulos extradeportivos. El más importante fue el ya popularmente conocido como Barçagate, que surgió hace tres semanas. La afición estaba muy molesta con la junta directiva y lo hizo evidente contra el Eibar (5-0) en el Camp Nou.
Se vieron pañuelos y retumbaron los silbidos en el estadio, pero las quejas quedaron tapadas en los medios por la gran actuación de Leo Messi. Marcó cuatro goles contra los vascos que, combinados con la derrota del Real Madrid en Levante (1-0), dejaba a los culés líderes en solitario. Las portadas iban con el poker del 10 y no con la crisis de los despachos.
Tres tristes partidos (salvados por el VAR)
Tras la victoria contra los armeros, el 22 de febrero, llegaron los dos partidos más exigentes de lo que llevamos de 2020. La visita a San Paolo terminó con un empate a uno marcado por un juego muy atascado y se perdió el liderato en el Santiago Bernabéu contra el eterno rival (2-0). Tras una buena primera parte, los de Zidane atropellaron a los culés en el segundo tiempo.
En el partido del pasado sábado, en casa contra la Real Sociedad, se vivió un nuevo plebiscito con Bartomeu y su junta como protagonistas. La afición insistió en pitidos y pañuelos contra la directiva que se repitieron tímidamente en algún tramo más del partido, con una actuación muy gris por parte de los de Quique Setién. Los txurri-urdin impusieron su juego y fueron merecedores de un resultado mejor.
El Barça consiguió los tres puntos gracias a una acción de Le Normand que revisó el VAR. Martínez Munuera, tras consultar la repetición, señaló penalti y Messi no falló. Una victoria que deja al equipo líder de Primera División, tras la caída del Madrid en el Benito Villamarín, pero no rebaja la tensión. No terminan de convencer a nadie, pero para los más resultadistas, la temporada no es del todo mala.
Messi celebrando su gol ante la Real Sociedad /EFE
Ya son varias las ocasiones en que el resultado ha acompañado al máximo mandatario. Ahora parece que el partido contra el Nápoles de la próxima semana se jugará, con casi total seguridad, a puerta cerrada. Una posible derrota y eliminación de la Champions podría quedar eclipsada, presa de un ambiente enrarecido y sin la reacción en caliente por parte de la afición. Otra vez Bartomeu se ahorraría más tensión. Toda la atención mediática estaría en el césped y no en la grada.
Precedentes
El presidente del Barça empezó su mandato en una situación similar a la actual. Cogió las riendas de la entidad en enero de 2015 en una época de mucha inestabilidad. La derrota en Anoeta (2-1) y la tensión de Luis Enrique con el vestuario terminó con la destitución de Andoni Zubizarreta como director deportivo y un avance electoral para el verano.
Entonces apareció por primera vez la flor de Bartomeu, que tuvo su efecto. El pacto de no agresión en la plantilla dio sus frutos sobre el verde. Se levantó el triplete de 2015 y el actual presidente arrasó en las urnas con más del 60% de los votos. Los títulos fueron su mejor arma electoral para convencer a los socios.
Vilarrubí, Bartomeu y Cardoner celebrando la victoria electoral / Redes
Este club no escapa a lo que es una evidencia en el mundo del fútbol: la estabilidad institucional siempre depende del rendimiento deportivo del equipo. Y ahora, este último no es garantía de nada positivo. Calma tensa.