Valga el título de este blog para mostrar apoyo y solidaridad fraternal a un futbolista a quien, incluso de no haber vestido nunca de azulgrana, el Barça adeudaría para siempre ese segundo gol en la Supercopa de Europa de 2010 que abrochó la victoria del Atlético contra el tramposo y pendenciero Inter de Mourinho, evitando así que igualara los seis títulos del mágico equipo de Guardiola tan solo una temporada después. Pero también para ejemplificar la deprimente comparación entre lo que Kun Agüero ha significado para el Barcelona y lo que podía haber aportado al club de no aplicarse la que es ya una máxima blaugrana en la 2021-22: siempre se dará el peor escenario posible.
Agüero podía haber jugado en el Camp Nou antes, pero su llegada no cristalizó hasta su 33er cumpleaños. Pese a su edad, y gracias a que acababa contrato y firmó por un salario razonable, su contratación parecía una apuesta adecuada por tres razones: su buen carácter, tan necesario en un equipo atribulado, su inmarcesible olfato goleador como delantero capaz de atacar los espacios y su amistad con Leo Messi, a cuya vena más canchera se apelaba en voz alta desde la directiva con el fichaje del Kun semanas antes de afrontar la renovación del Diez de Dieces.
La serie de catastróficas desdichas que sucedieron a continuación y culminaron ayer mismo son de sobra conocidas: Messi juega en París (lo escribo a mitad de diciembre y aún cuesta creerlo), una lesión prematura privó al Kun de debutar en el primer mes de la temporada, y cuando por fin lo hizo solo compareció 151 minutos en 4 partidos. En uno de ellos, contra el Real Madrid, marcó un gol poco antes de descubrir que padecía un problema coronario que ha devenido en su retirada definitiva del fútbol.
El Barça, mientras tanto, tiene lesionados a todos sus delanteros dignos de tal nombre, disputará la Europa League y a cada jornada está más desahuciado de la lucha no ya por la Liga sino por los puestos que dan derecho a jugar Champions el año que viene. No es de extrañar que, al igual que a Agüero, al barcelonismo no se le haya roto el corazón pero casi.
Es inaudito cómo cualquier brizna de alegría o siquiera desahogo que El Kun podía aportar a un club arruinado ha sido pisoteada, quemada, rociada con sal y finalmente enterrada bajo una capa de asfalto sobre la que circulan camiones con pantallas gigantes que repiten en bucle el intento de chilena de Luuk de Jong contra Osasuna. Será lo que hay, pero no me negarán que todo esto es un rato cruel. Y al siguiente rato, también.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana