Al final, en el quilombo este de la Súper Liga no ha sido mala la jugada de Joan Laporta. Pese a los intentos de gran parte de la prensa deportiva de asimilar al Barça con el Real Madrid como una unidad de destino en lo majadero, la única verdad es que el bueno de Jan firmó el contrato para que su club se embolsara chorrocientos millones en un cártel al margen de la UEFA pero luego ni compareció a defenderlo ni ha transcendido desde su despacho más que se trata de una propuesta etérea, un tanto idealista si me apuran, y que en cualquier caso antes de ir más allá en el órdago tendría que ratificarlo el soci. Claro, es de sobra conocida su querencia por los referéndums. Y mientras tanto, está a verlas venir. Como decía mi abuela: si sale con barba San Antón, y si no la Purísima Concepción.

Como la criatura en principio alumbró bastante lampiña de mentón después de que los ingleses se rajaran, Laporta ha decidido hacerse el loco y dejarle amablemente el marrón y una cuchara sopera a Florentino Pérez. El en otros tiempos Gran Timonel del Madrid aseguró en su balbuceante comparecencia del lunes que igual no se habían explicado bien en el mail que mandaron la medianoche del domingo, y que no querían hacerse ricos sino salvar el fútbol haciéndose ricos y tal, pero que en todo caso su nuevo socio catalán saldría el martes sin falta a contarlo al detalle... y aún está esperando a Godot. Hágase cargo, don Flo, el president tiene ahora mucha plancha y no está para acompañar chirigotas.

Sobre todo, porque el club azulgrana de momento no jugará la Súper Liga pero juega al filo de la Súper Ruina. Los acreedores llaman a la puerta como si el Camp Nou fuera la buhardilla de la 13 Rúe del Percebe, y la renovación de Messi, que ya está encarrilada, es un golpe de efecto tan mediático para el nuevo mandato de Laporta como carísimo. Además, habrá que acertar en varias ventas y algún fichaje para prevenir que el PSG le pinte al Barça la carita otra vez. De ahí lo de firmar el papelote para jugar los miércoles contra la Juve y el Arsenal por Netflix y huir hacia delante, que es lo que hacen todos los grandes clubes europeos, incluso los que cotizan en bolsa. ¿La razón? Que a esa bola de nieve que hace muchos años echó a rodar la sentencia Bosman le falta ya muy poco para ser el meteoro de Armageddon. 

Es indudable que esa inercia es muy nociva para el fútbol, pero los guardianes de las esencias tampoco se han quedado sin enanos en este circo. Desde esos dirigentes de la UEFA que parecen sacados de The Office y cuyo salario nadie conoce hasta Ander Herrera y los 27 millones de euros de patrimonio que heredó de un jeque qatarí, pasando por Tebas, presidente de La Liga y ex abogado de Piterman el del Alavés, o Piqué, el futbolista que compró de su bolsillo una plaza en Segunda B y montó una Copa Davis privada, todos han salido a desmarcarse de un proyecto que encuentran falto de solidaridad y romanticismo. A mí me parece muy bien el fútbol tal como está, pero la última vez que lo miré no me había caído de un guindo, así que disculpen si no me fio de los puristas de chichinabo estos.

Le digo más, astuto lector: como el Barça acabe teniendo que acogerse a la ley concursal, no duden de que me acordaré de todos ellos. 

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

P.D.2: Al final habló Laporta, para decir que "La Superliga es una necesidad. Es absolutamente necesario que los grandes clubes podamos dar nuestra opinión al respecto del reparto económico. La última palabra la tendrán los socios". Florentino, que ayer en El Larguero de la SER vino a decir que su justificación a todo esto es que hay muchos equipos muy malos, a los que no quiere ver nadie y que les hacen perder ingresos, sigue llevando en la mano la cuchara.