Cada uno tiene sus obligaciones en esta cuarentena, especialmente si teletrabaja y además tiene niños en casa. Pero aun así, entre chats del curro, apoyo a los deberes, desinfección general y llamadas a los que nos preocupan, casi todos los barcelonistas que conozco han sacado un ratito para ver en Barça TV 'Los 600 de Messi'. Seisicientos golazos como seiscientos soles que nos compensan la falta de vitamina D.

Pero a mí, he de confesarlo, cuando me asomé a ellos la semana pasada también me provocaron alguna que otra quemadura en la piel. Rememorando galopadas, disparos junto a la cruceta y angelicales vaselinas, no pude evitar sentir el escozor de preguntarme si Messi ha ganado ya su último gran título con el Barcelona.

Después de días agazapados para protegernos de la tragedia, podemos admitir sin demasiado miedo a equivocarnos que la espantosa crisis provocada por el coronavirus ha dado al traste con la actual temporada de fútbol. Pero es que aunque se reanudase en verano de alguna milagrosa forma, su carácter anómalo sería evidente, y el resultado de todas las competiciones, en especial de la Champions, sería más azaroso que nunca. Hay que reconocer humildemente que el Barça no se mueve bien en los terrenos del azar. Más bien necesita ser y además sentirse mucho mejor que todos para levantar trofeos. En la Liga, incluso en la presente edición que premia al que menos falla y no al que más acierta, normalmente no tiene problemas. Pero cuando aspira a la querida orejona necesita un plus. Sinceramente, incluso si se disputa, no veo al Barça disputándola. Ojalá me equivoque.

Pero si no, nos plantamos en el inicio de una nueva temporada con un equipo necesitado de rearme. Con varias piezas claves en decadencia. Y, sobre todo, con un Messi de 33 años. Y no, no es lo mismo que cuando gastaba media melenita y volvía loca a toda la defensa del Zaragoza. O cuando le tiraba sombreritos al portero del Arsenal en el área pequeña. O cuando desplomaba a Boateng como si fuera un tronco con un giro de cadera. Ese tiempo ya pasó, y solo queda para los vídeos recopilatorios y para la historia. No es poco, pero desde luego las luces del futuro azulgrana en torno a su estrella empiezan a parecerse más a las de un atardecer.

Al menos, en esta extraña y terrible temporada nuestro Leo se ha apuntado ya un gran título: confirmar la bajada de sueldo de la primera plantilla y el apoyo económico a los profesionales del club para hacer más soportables al Barça las consecuencias del maldito virus traicionero. Más allá de debates sobre si la directiva -disculpe la vulgaridad- metió mierda o si fue precisamente su presión, amplificada por los medios, lo que hizo entrar en razón a parte del vestuario, Messi estuvo a la altura de su gigantesco legado. Como siempre. Aunque sea la última vez, igual que esos 600 goles y los que vinieron después, lo llevaremos en el recuerdo para toda la vida.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana