Hace ya tiempo que se puso de moda entre los intelectuales del fútbol (si estas últimas palabras forma un oxímoron o no lo dejo enteramente a su criterio, astuto lector) despreciar el Balón de Oro. Lo consideran un premio cansino envuelto en un evento plomizo, y en parte tienen razón. Pero todos los programas deportivos, incluso aquellos que van de puretas, empiezan cada vez antes a discutir quién ha hecho méritos para ganarlo. Y además procuran argumentar su posición con la mayor acritud, poniendo siempre a dos o tres entidades mediáticas de mirada torva a defender lo indefendible.
Lo cual no deja de tener sentido, porque de lo contrario habría un absoluto consenso desde hace 10 años sobre quién es merecedor del Ballon d'Or (pista: es bajito, lleva el 10 y nunca jugará en el Madrid). Y todas las tertulias, dicho en el lenguaje del kárate, serían kata y no kumite. O sea, un rollo tan patatero como esos 'debates' de Real Madrid TV o Barça TV que desde hace tiempo le comen terreno al ciclismo como narcoléptico para siestas. En la prensa deportiva no subvencionada, para que haya negocio hacen falta culebrón y alguna que otra patada voladora. Eso es así.
Que el Balón de Oro tiene sus cutreríos es innegable. Por supuesto, los medios de cada país con Liga potente votan a sus futbolistas, que para eso son quienes les dan los partidos sobre los que hacer crónicas, las entrevistas y las habichuelas. Pero no hay problema, porque para desempatar ya están los votantes africanos y asiáticos, a quienes la Premier League se ha pasado años tratando de hacerles llegar camisetas de Salah, Van Dijk y Hazard pero cuya única religión es Youtube. Y ahí que tu equipo sea el Waka Waka United pero puedas ver a Messi en acción debe de ser lo más parecido a un Satisfyer para futboleros.
En España el voto debería ser secreto por vergüenza, siendo como es el de un señor jubilado que se inventó el 'Villarato', una boutade panfletera consistente en acusar de soslayo y sin pruebas a un club rival de ganar partidos amañados. Pero con todo, el Balón de Oro, tanto en su versión clásica como en la unificada con el premio FIFA que padecimos durante unos años, es mu bonico, que diría mi abuela.
Ver a Leo posando con media docena de pilotas doradas hace justicia a la historia del fútbol, igual que en su día la hizo el palmarés Messi-Iniesta-Xavi. E incluso se puede decir, siendo solo un poquito menos amable que el buenazo de Luka Modric, que la trayectoria de Cristiano avala los cinco que ha recibido. Futbolísticamente, sin duda cuatro. Y, circunstancialmente, también el quinto, obtenido con el único mérito deportivo de ganar un Teresa Herrera (nunca se dio más lustre al entrañable torneo coruñés) pero favorecido por una larga lesión de Messi, marcando un saco de goles y a falta de más rivales en concurso. Regalado y en la repesca, sí, pero aceptable.
Aunque no se lo den al que a mí me gusta, yo pienso seguir rindiendo culto al Balón de Oro como un premio celestial, necesario para mitificar desde la individualidad un deporte de equipo. Y me da rabia que los propios profesionales maltraten el galardón que los inmortaliza para la posteridad en fotografías como la de un poco más arriba. De eso no se salva Messi, ojo, quien el año pasado también se escaqueó de la gala que premió a Modric como un picajoso cualquiera. Pero lo del ahora delantero de la Juventus se lleva la palma.
Alguien debería explicarle a Cristiano que él existe para hacer grande el fútbol, y no el fútbol para hacerlo grande a él. Pero se perdió la oportunidad de darle alguna colleja que otra cuando tenía 14 años, como hacían los padres de Rafa Nadal si le pillaban firmando autógrafos en algún torneo infantil, y así estamos hoy: con 34 añazos, cientos de millones en el banco y yendo a la gala de premios del fútbol italiano porque ahí si le van a nombrar mejor jugador a él. Humildemente, yo no me cambiaría por su musculosa persona, porque vivir así debe de ser muy difícil. Ahora que su declive físico y futbolístico está comenzando, el muchacho puede salir a ataque de ansiedad por día.
Viendo cómo está jugando Leo desde que se recuperó totalmente de su lesión de agosto y cogió el punto de forma, además, yo que él iba haciendo acopio de Trankimazín. El Cholo Simeone, desde luego, ya le está pegando al válium.
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