No sé si usted, astuto lector, está familiarizado con los cómics de Supermán, pero en ellos existe algo llamado la Zona Fantasma. Explicada con la encantadora ingenuidad científica del noveno arte, se trata de una dimensión paralela que encierra para sus descubridores un valor inesperado: está completamente vacía. De modo que el verbo 'encerrar' pronto deja de tener valor metafórico y se convierte en literal: los kryptonianos (ya sabe, los parientes del fornido héroe de la capa y los calzoncillos rojos) deciden convertirla en una prisión donde desterrar a sus más peligrosos criminales. Y en el Barça últimamente parece que no hay peor crimen que ser canterano y centrocampista.
En este mercado de invierno, Carles Aleñá se ha convertido en el último expatriado del mediocampo azulgrana. Es cierto que el muchacho tiene el peor perfil de sospechoso posible: es zurdo, interior, y donde mejor se desempeña es a pierna cambiada, con suficiente ángulo para repartir balones en diagonal, apoyos para triangular con el delantero que juega de espaldas y el lateral de su banda, y recorrido para armar el disparo tras conducción desde las inmediaciones de la frontal: ¿le suena de algo este estilo de juego? Pero tranquilo, que no voy a blasfemar. Eso sí, le dejo con la misma idea que me rondaba cuando veía jugar a Rafinha: ¿tan malo es tener a un Messi de guardia para cuando a Leo se le carga el isquio? Entiéndase como un jugador que realiza las mismas funciones en el campo y con un perfil semejante. Como cuando a un central zurdo lo sustituye otro central zurdo aunque sea menos competente que el diestro disponible, para alterar lo menos posible la fluidez de la circulación. Aleñá podría haber tenido ese papel, pero ahora lo mejor que podrá hacer por el fútbol es convencer a Joaquín de que deje de torturarnos pensándose que es un cómico profesional. Lástima.
Cabe preguntarse también qué ha de hacer un futbolista de La Masía para formar en la medular azulgrana, esa misma línea que hasta hace bien poco era el orgullo histórico de la cantera culé. Más todavía si se tiene en cuenta que ni Xavi ni Iniesta, que eran memorablemente buenos, irrumpieron en el equipo como titulares indiscutibles. Nada de eso. De hecho, los dos estuvieron a un pelo de gamba de largarse del Barcelona, uno rumbo al Milan y el otro, al Madrid cuando el listillo de Rijkaard lo castigó al banquillazo en la final de la Champions 2006 para poner de titulares a Deco, Edmilson y Van Bommel. Todavía me entran sudores fríos cuando lo recuerdo. Repito el disclaimer: no creo que Aleñá sea tan bueno. Pero lo cierto es que sin jugar con cierta frecuencia en el Barça es imposible saberlo. Y tampoco sé qué tiene Matheus Fernandes que no tenga él para encajar en este equipo.
De nuevo, si se mira al banquillo tan solo se encuentran explicaciones peregrinas y una actitud escurridiza sobre el asunto por parte de Ernesto Valverde. Preguntado a finales de octubre por la continua ausencia de Aleñá, que justo esta temporada estrenaba su primera campaña completa con ficha del primer equipo, El Txingurri respondió: "No está jugando tanto como yo pensaba, y es un jugador que posiblemente se lo merece porque lo da todo en los entrenamientos". Como si las alineaciones las hiciera otro, ya ven. Empiezo a admirar esa capacidad del míster para desdoblarse a otra dimensión él mismo. Desde esa especie de experiencia extracorporal imagino de que debe de pensar: "Este tío tan enjuto que entrena al Barça hace cosas muy raras, no sé cómo no le echan". En fin.
No es extraño que Aleñá, como ya ha confesado, decidiera en firme darse el piro unos pocos días después. La gran ironía de la Zona Fantasma es que cuando el planeta natal de Supermán explota, sus habitantes perecen mientras que los más indeseables de su sociedad, aquellos a los que han desterrado a esa dimensión vacía, se salvan. Precisamente por estar encerrados en una cárcel tan remota. Justo por haber sido repudiados.
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