Lamine Yamal durante el Barça-Olympiacos EFE
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Ya se puede decir: se equivocó Lamine Yamal calentando el primer Clásico de La Liga sabiendo, como debía de saber, que no tenía los abductores para exhibiciones de desborde. Seguro que las facturitas de millones de madridistas rabiosos, incluidos varios futbolistas blancos, resbalan por su piel caoba. Pero ese cóctel de ruido y furia en la previa del partido fue de nuevo esa suerte de grotesca gasolina que impulsa al Madrid cuando no tiene medio centrocampista decente que llevarse a la boca. Como el 10 del Barça y unos cuantos más no podían con las botas, Pedri, Frenkie y los laterales azulgranas intentaron aplicarse en la pausa para entumecer al rival, con Cubarsí y Éric como aliados para intentar la ruptura de líneas. Un ejercicio que se volvió plomizo sin el vértigo de Raphinha ni el concurso de un Lewandowski que sacara a bailar al bisoño Huijsen.
Soto Grado y Bellingham, los mejores blancos ayer, removieron la caldera del Bernabéu con parsimonia. Y Mbappé, a quien la verdad es que da gusto verlo en un campo de fútbol, embocó casi todo lo que le cayó cerca de las botas. Sin embargo, con eso no les dio a los blancos más que para un 2-1 ramplón y acalambrado porque el Barça sigue teniendo portero --gracias, Tek, en nuestra casa tendrás siempre un sillón cómodo y un cartón de Marlboro-- y porque, pese a los agoreros, la trampa del fuera de juego no está tan demodé como la pintan.
El partido terminó de inclinarse hacia el lado local en algunos duelos individuales. Contra Valverde, Rashford no disfrutó del recurso de la superioridad física que suele aplicar tan bien contra los laterales contrarios. Ferran Torres nunca supo por dónde le venía Militao. Y Carreras acudió ávido al crujir del pubis de Lamine como Pointer al oír el desplome de la perdiz. Más de media hora tardaron los de Flick en tirar a puerta, confirmando que los presagios para el partidazo menos decisivo de la temporada eran regulares nada más.
El Barça no sale reforzado de esta derrota, evidentemente. Pero la verdad es que tampoco debilitado, pues ya compareció así ayer por la tarde en la entrañable y ruinosa lata de sardinas de La Castellana. Pese a que los decibelios en la celebración espontánea que los jugadores blancos iniciaron sobre el césped seguramente superaron a los del estruendoso fandom de Taylor Swift, la victoria del Madrid, a la postre, fue por la mínima y sin demostrar ni un solo recurso que no presentaran ya en los cuatro Clásicos de la pasada temporada. Entonces tuvieron que ir hasta 16 veces a sacar de centro. Ayer, solamente una. Pero, a poco que recupere efectivos y confianza, en esta columna estamos seguros de que el Barça mejorará ese registro. Arrieritos somos, Carvajal. Siempre tuviste mala rima.
P. D. Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana