
Lamine Yamal, con la copa que acredita al Barça como campeón de Liga EFE
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Sucedió hace tantos años que Messi ni siquiera había debutado con el primer equipo del Barça. Tenía quien les escribe un profesor británico en Filología que era un enamorado de las traducciones inglés-español. Una vez debatíamos en clase sobre un texto y los posibles traslados al castellano de una expresión algo compleja: wishful thinking. Su etimología viene a señalar cuando se piensa de una manera 'llena de deseos'. Es decir, anteponiendo lo que se quiere creer o imaginar a la realidad de los hechos. Hay una expresión latina similar, desiderátum, la cual hace referencia a un deseo que aún no se ha cumplido. Pero lo más ajustado que pudimos encontrar fue el solemne 'pensamiento ilusorio', un sintagma adusto, académico y muy alejado del contexto coloquial para el cual lo necesitábamos.
Un par de semanas después, nuestro profesor apareció muy ufano en la cafetería mientras nos zampábamos unas empanadillas rellenas de ensaladilla rusa, se acercó a nuestra mesa y nos contó: "Ya tengo la traducción para wishful thinking. Es perfecta". Díganos, teacher, le animamos. Y respondió, vadeando su acento de Liverpool pero también marcando apenas vuelta y vuelta las eses, como era usual en nuestra región de nacimiento: "TUS GANAS LOCAS". Evidentemente, hasta la fecha no he encontrado traducción más sensacional y certera para dicha expresión. Y estos días pienso a menudo en ella cuando escucho las plegarias de los pobres damnificados por la atómica explosión de Lamine Yamal, rutilante estrella de la Liga, faro ofensivo de la selección y sorprendente candidato al Balón de Oro con 17 años.
Los hay que se encomiendan a su estentóreo padre, al último empuje de las hormonas o a los titulares de sus ruedas de prensa, en realidad mucho más sensatas y menos chulescas de lo que el clickbait subraya, para augurar su pronta perdición. No falta la gentuza que le desea las tribulaciones de Ansu Fati, el penúltimo demonio de La Masia que les metió el miedo en el cuerpo. Y, en el fondo, es lógico que todos pongan sus barbas a remojar, porque el futuro que anticipa Lamine para sus rivales es una auténtica e implacable segadora. Quienes se encomiendan ahora a su desgracia son los mismos que ya señalaban como enclenque y quebradizo a Pedri, cuando un poco de trabajo físico de optimización le ha bastado al canario para consagrarse como centrocampista incansable. No solo baila a sus rivales como quiere sino que, además, aparece a su espalda y les quita lo bailao.
También coincide que son quienes llamaban tierno a Cubarsí, el cual cada vez parece más cerca de orinar acero para barcos. Esos mismos que dan por desahuciado a Gavi tras su lesión pese a que se han hartado de criticarle por jugar al fútbol con el corazón y las formas de un guerrero cimmerio. Los mismitos que cacarean sobre Fermín, el relámpago rubio que les grapó la plata olímpica al cuello a Olise y Doue el verano pasado, porque según ellos no tiene sitio en el Barça que viene. Yo de verdad que los comprendo, astuto lector. Pero si de verdad todos esos jóvenes campeones azulgranas deben malograrse a la vez para aliviar las pesadillas de sus rivales, me temo que las ganas de quienes les desean lo peor no es que sean locas, no. Es que son loquísimas. Ànims.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana