Lamine Yamal y Dani Olmo celebran con Raphinha el gol de la victoria durante el Barça-Celta de Liga en Montjuïc

Lamine Yamal y Dani Olmo celebran con Raphinha el gol de la victoria durante el Barça-Celta de Liga en Montjuïc EFE

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El Raphinha de siempre

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Una vez abotonada la clasificación para las semifinales de la Champions en un partido de vuelta en Dortmund que fue menos comprometido de lo que pareció, el Barça descendió a una Liga que ya empezaba a parecer suya para recibir un gran susto de un Celta resabiado. Borja Iglesias se pintó las uñas color sangre de tres zarpazos en Montjuïc gracias a un vibrante thriller en ataque y a la película de terror que se proyectó en la defensa azulgrana, la cual ya figura entre las favoritas para ganar el próximo Festival de Sitges: "Frenkie Jugando de Cierre".

Sin Balde ni Lamine Yamal, el Barcelona orientó su proa ofensiva hacia el centro, y aunque el gol tempranero de Ferran Torres presumió que esta moneda también le saldría cara al bueno de Flick, el estrépito de los goles vigueses encontró enfrente poco más que a un equipo cruzado y sin profundidad. Las largas piernas de Ilaix y el baile agarrao de Yoel Lago con Lewandowski fueron los dos extremos de un embudo donde ni Pedri ni Fermín ni el propio Ferran divisaban la claridad. Mientras, al final de sus diagonales, Gerard Martín acertaba a ser poco más que un lateral aseado y Raphinha siempre se quedaba a medio camino de emular el vértigo que derrocha ese imposible niño que no hará los 18 hasta julio y, ocurriera lo que ocurriera, necesitaba descansar.

El ingreso de Lamine al partido agitó los vientos de la remontada, esta sí posible porque se sustentó en el fútbol, no como otras. Pero en ella no tuvieron tanto peso las acciones del joven prodigio como la reubicación de Raphinha en esa extraña posición desde la cual se está propulsando de forma portentosa hacia el Balón de Oro. De vuelta en su fertilísima parcela de campo, el brasileño dejó a Olmo solo frente a Guaita para recortar distancias, conectó el empate en un cabezazo fulgurante y encañonó de nuevo al meta del Celta desde el punto de penalti en el minuto noventa y todos, sacándose de la manga una actuación que vale medio título de Liga e incluso los periodistas de Namibia y Finlandia encontrarán, estoy seguro, digna de admiración.

Una de las cosas que más me gustará del documental de la Nueva-Nueva Era será cuando Flick cuente cómo demonios se le ocurrió coger a un extremo brasileño que no era capaz de desbordar a pierna cambiada y con fobia a jugar en su banda natural y lo convenció de acodarse en pos del éxito hacia la misma cuadrícula que hundió a André Gomes, hizo enloquecer a Arda Turan, retiró a Coutinho de la élite del fútbol y convirtió al Griezmann prime en un simple delantero resultón. De lo que pase en las próximas semanas dependerá solamente una cosa: si el día que lo estrenen me sentaré a verlo comiendo unos modestos anacardos o atizándome una opípara mariscada en homenaje a los campeones. Bueno, y a Iago Aspas, por supuesto.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana