
El staff técnico de Hansi Flick en el Barça junto a todo el equipo de preparadores físicos con Julio Tous, Pepe Conde, Rafa Maldonado y Germán Martínez a la cabeza
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No hace falta ser vulcaniano, como el señor Spock, ni tan siquiera alemán, como el Señor Hansi Flick, para valorar el discreto encanto de la lógica. A menudo se confunde proceder de manera sensata con ejercitar la prudencia, y esa constricción del concepto resulta un tanto pérfida. No debe confundirse lo lógico con lo pusilánime, ni tampoco con una militante resistencia al cambio. Más a menudo de lo que pudiera parecer, arquear la ceja de lo consecuente equivale a complicarse la vida con el convencimiento de que el camino que se emprende será, aunque no lo parezca, el más corto hacia el éxito.
Como escribió Kant en su célebre Crítica de la Razón Pura, la lógica no es más que el vestíbulo de la ciencia, y abrir la puerta del conocimiento siempre tiene algo de arriesgado. Justo por eso, a menudo resulta más fácil insistir en lo conocido, por ilógico que sea, en lugar de aventurarse en lo que nos falta por conocer. Una característica bastante habitual en el Barça de las últimas temporadas ha sido precisamente una insistencia casi acomodaticia en ciertos planteamientos del juego que han acabado arrojando al equipo a la incongruencia primero y a la irrelevancia después. Por eso resulta refrescante que el nuevo cuerpo técnico azulgrana haya abrazado la lógica de forma tan tenaz. Incluso cuando resulta contraintuitiva.
Los ejemplos son variopintos, pero todos tienen el mismo denominador común: la convicción en un modelo que aspira al triunfo de una manera muy consciente y, por fin, autocrítica. ¿Habría sido más fácil dar minutos a Héctor Font en el lateral izquierdo en lugar de a Gerard Martín? Sin duda, pero cambiar a un zurdo (Balde) por otro mantiene las mismas orientaciones, líneas de pase y diagonales abiertas. Es decir, ayuda a mantener la estructura en un contexto como el del Barça, en el cual la estructura define casi todo lo demás. ¿No debería haber seguido siendo Peña el portero titular, o al menos establecerse una alternancia? No, porque Szczesny es mejor. Lo era en su prime, lo era en su ocaso y lo sigue siendo ahora, al otro lado del espejo. Iñaki ya tuvo todas las oportunidades soñadas por un segundo portero y se le escurrieron todas entre los dedos. Su tiempo pasó. No era sencillo reconocerlo.
¿Por qué debe jugar Araújo, si la pareja Cubarsí-Iñigo ha dado tan buen rendimiento? El uruguayo posee la jerarquía y la potencia que dan un plus de seguridad a un Barça demasiado vapuleado por rivales menores. Y el joven Pau es prácticamente igual de bueno a pierna cambiada porque, demonios, es un prodigio. Que ahora Ronald esté lesionado le da aún más sentido a su concurso de los últimos partidos: debe participar porque, visto lo visto, más pronto que tarde se lesionará de nuevo. Y entonces será demasiado tarde no solo para aprovechar sus virtudes, sino también para dar descanso a los titulares antes de afrontar el tramo de pelear por todo.
¿Y qué hay de Frenkie de Jong, el único centrocampista del Barça que no se parece a todos los demás, ni en su exagerado salario ni en su entendimiento del fútbol? Pues que eso le da valor en determinados contextos de la misma forma que se lo resta en otros. Aprovecharlo, sabiendo además que agotar a Casadó conducirá inevitablemente al concurso del rubio en escenarios tan decisivos como poco propicios, es de una lógica aplastante. Y así, Flick y los suyos empiezan a ver cada vez más claro cómo se abren las puertas del camino para campeonar. Solo faltaba que al Real Madrid le aplicaran el reglamento de vez en cuando, algo no por lógico ni mucho menos frecuente. Pero mira, en eso también ha habido suerte.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana