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De las muchas razones que explican la derrota del Barça ayer en Anoeta, un error aparentemente flagrante en la nueva tecnología del fuera de juego no es, ni de lejos, la más importante. Sin embargo, será la más comentada. Primero, por una cuestión de falta de alternativas. Por desgracia, no hay captura de pantalla que compartir en redes de los tendones de la mayoría de titulares azulgranas, lógicamente tiesos tras encadenar un mes entero de goleadas, topetazos y puntos de sutura en la cara. Tampoco la capacidad en la inmensa mayoría de redacciones deportivas de dedicar recursos a un análisis pausado del enorme salto al vacío que sufre el Barça en la generación de peligro en cuanto Lamine se toma un descanso.

En segundo lugar, porque oh, casualidad, ¿sabe usted qué equipo lleva tiempo haciendo campaña contra el fuera de juego semiautomático porque no favorece a sus intereses? Exacto, solamente uno en toda la Liga y toda la Champions. Los lloros del Madrid sobre el offside más preciso que haya conocido nuestra LaLiga son esencia de la vida en Madridvisión: si no ganan no será porque haya un rival que lo merezca más o tenga más suerte. No, siempre se explicará porque, de Unicef a Negreira pasando por Ceferin y France Football, algo turbio está sucediendo.

Alentar la conspiranoia es efectivo incluso contra la evidencia respaldada por la tecnología. Bien lo saben teneas humanas de nuestro tiempo como Iker Invéntez, privado de ovnis y apariciones marianas desde que todo el planeta lleva una cámara HD en el bolsillo, pero muy consciente de que la ciencia detrás de las vacunas o de la previsión meteorológica puede tener alguna grieta en su credibilidad. Es obvio que ningún sistema acierta el 100% de las veces, por lo que no hace falta más que señalar el error con la exageración y la música adecuadas. Todo lo que se necesita es sembrar la duda con decisión. Los tontos, siempre abundantes, hacen el resto.

Como yo no he venido aquí a aprovecharme de usted para hacerme rico, astuto lector, déjeme que le recuerde que el plan de Hansi Flick para esta, su primera versión de un Barça competitivo, sin importar que sus partidos acaben en goleada o en tropiezo, tiene una debilidad manifiesta: su eficacia disminuye sin la aplicación efectiva de ese videoanálisis que reduce (no neutraliza) las limitaciones del ojo humano a la hora de juzgar el fuera de juego. Y esas limitaciones han condicionado el fútbol durante un siglo. Estudios como Errors in judging 'offside' in football (Oudejans, Verheijen et al., 2000), publicado en la revista Nature, o la valiosa investigación española de Botella et al. sobre la teoría de la atención y la influencia del efecto 'feedback' en los errores de los jueces de línea, ayudan a comprender por qué. 

Pero es que, además, la Real Sociedad mereció ayer la victoria. Sus futbolistas estuvieron excelsos en la aplicación de una de las artes más difíciles del juego: sostener una afilada inteligencia colectiva a una intensidad máxima durante periodos prolongados de los partidos. Justo lo que al Barça de Flick le cuesta seguir haciendo, cosa normal, en cuanto debe buscar ajustes y alternativas a su primer o segundo mejor once.

Lo más importante ahora es que sus planes de partido evolucionen, que futbolistas fundamentales para plasmarlos como Lamine, Olmo, Casadó, Pedri o Cubarsí puedan permitirse molestias o descansos sin gran perjuicio para la media de resultados del equipo y que en los partidos más exigentes, esos que marcan la diferencia entre creer o no creer, el Barça raye al buen nivel que ya ha demostrado con creces en este arranque de temporada. Pero antes... otro dichoso parón de selecciones, claro. Qué pesadez.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

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