Pedri realiza su clásica celebración de las gafas tras marcar contra el Girona

Pedri realiza su clásica celebración de las gafas tras marcar contra el Girona EFE

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El Barça devolvió ayer al Girona el revolcón en Montilivi de finales del curso pasado, y arrancará la Champions en Mónaco prácticamente sin recordar cómo se pierde un partido. De tres en tres puntos, Hansi Flick está demostrando sin ningún género de duda que el camino más directo hacia la confianza es la energía. Y cuando jugadores tan buenos como los del Barça confían en sí mismos y los unos en los otros, el resultado es un fútbol de un encanto despótico. 

A la culerada le batega el corazón porque percibe hermosura genuina en un equipo que delinea sus impresionantes curvas desde la modestia del colectivo. No importa si enseña o no cacha, porque derrocha pura emoción, esa clase de belleza que solo se encuentra en el interior. Por ahí, a través de las entretelas de un grupo de jugadores estrecho y coordinado, circula la pelota. Casi siempre pasando por las piernas de junco de un Pedri cuyo recorrido por los tres cuartos del campo ya no parece el paseo interminable de un equilibrista sobre la cuerda floja, sino una hipnótica espiral que dibuja cambios de ritmo y líneas de pase por todas partes. 

Muy cerca de la estela del canario opera Marc Casadó, mitad guardaespaldas y mitad cirujano. El único centrocampista del Barça que toca con doble bombo seguramente estaría fuera del once de no haberse producido la terrible lesión de Marc Bernal, pero eso es solo porque el berguedà era un prodigio y lo seguirá siendo el año que viene, una vez recuperado. Casadó no lleva esmóquin pero cuando bascula junto a Pedri consigue que el mono de trabajo le siente como los vestidos a Ginger Rogers cuando bailaba del brazo de Fred Astaire. Y eso no está al alcance de cualquiera.

El que danza sorprendentemente bien en solitario es Dani Olmo, un breaker con hechuras de anguila eléctrica cuyas descargas no paran de estimular a cualquier compañero que tenga ambición por internarse en el área rival con peligro. Es decir, a casi todos, incluidos Balde y Koundé. Porque cuando los centrocampistas trabajan con esta clase de nervio y eficiencia, invocan al Barça más afilado y abrumador. Y si encima marcan goles y suman asistencias, directamente lo convierten en Blind Faith. En Journey. En Mr. BIG. En Audioslave. En definitiva, en un supergrupo que, pese a sus dificultades, sigue "Alive and kickin'".

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana