Barça de principio a fin
En su primer partido oficial de la temporada en Montjuïc, el Barça sometió a un Athletic seguramente centrado ya en la Europa League tras su triste arranque liguero. Y el verbo 'someter', en este caso, no es solo sinónimo de derrotar, sino más bien la representación fiel del devenir de un encuentro que los azulgranas dominaron como hacía tiempo que no acertaban a conseguir ante un rival con cierta entidad: de principio a fin. Y eso, pese a sumar media docena de bajas importantes y a que su único fichaje del verano, Dani Olmo, sigue empaquetado en el almacén.
Xavi, que también dirigió actuaciones de mérito al inicio de su aventura en el banquillo culé, acabó convirtiendo al Barcelona en dos versiones muy desviadas de su credo. Primero lo volvió un equipo defensivo, con la recompensa nada despreciable de un título de Liga. Y después lo transformó en un batiburrillo bizcochón y timorato, que intentaba dirigirse hacia la portería contraria a través de un número muy limitado de caminos y sufría atrás porque los rivales lo atacaban con regularidad durante todo el partido. Hablaba mucho el egarense en sala de prensa de su idea de tener el balón, lo cual no solo implica conservar la pelota, sino también moverla de tal manera que los ajustes defensivos constantes obliguen al rival a un sobreesfuerzo, provocando por ello que sus propios ataques sean torpes y deslavazados. Pero rara vez lo conseguía su equipo, ni siquiera jugando como local.
Es pronto para decir si Hansi Flick logrará armar un Barça respetable, pero la progresión es ya evidente. Y eso es un éxito en sí. No tanto por las dos victorias -¿estaría el Barcelona en mucha peor situación si hubiera cedido un empate en Valencia o anteayer?- como por la inusitada entereza del equipo. En especial si se tiene en cuenta que gran parte de los centrocampistas de la temporada pasada, incluido el interino Christensen, están lesionados o, directamente, han abandonado el club. Desde luego, un mínimo exigible a cualquier entrenador azulgrana es que pueda armar, incluso con bajas, un centro del campo no solo competente sino medianamente astuto. Porque todo lo bueno para el equipo suele surgir de esa premisa inicial.
El 4-2-3-1, el hallazgo del gélido Bernal y el despliegue apabullante de Raphinha como mediapunta, amén de la reincorporación a la causa de un Balde francamente entonado, hacen girar la turbina que ha permitido al primer proyecto del alemán alcanzar la altitud de crucero tan solo 180 minutos después de su despegue. En gran parte gracias al grupo de jugadores mencionados, el balón viaja de lado a lado, las pérdidas son escasas en número y perjuicio, y los contraataques del rival se vuelven menos vivaces. Si se incluye en la ecuación a Pedri, a un Lewandowski que alcanza con mayor frecuencia zonas de remate y un ejercicio de presión colectiva más regular y eficiente, el resultado es que casi cualquier rival se arriesga a llevarse el saco del Olentzero. Hay proyecto.
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