Autistas o artistas
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El pelado Sampaoli ha dicho hace poco de Ousmane Dembélé que juega "como un autista", solo pendiente de la pelota, su zancada y los obstáculos que rodean a ambas, sin apenas reparar en sus compañeros. Es justo decir que no lo hace en ningún caso: ni sobre el campo, para ayudarlos a obtener una posición ventajosa, ni fuera de él, por ejemplo para invitarlos a su boda. En su intento de explicar cómo una Francia tachonada de estrellas llega a semis de una Eurocopa de aquella manera y marcando solo tres goles, Sampa incluyó de refilón a Kylian Mbappé en ese grupo de futbolistas que apuestan sus carreras a la distancia que va de una de sus botas a la otra. Cabe decir que no sin éxito, al menos económico.
Comparto con el técnico argentino parte de su diagnóstico, pero sobre todo la convicción de que cuando en un deporte de equipo se observa precisamente que un equipo que no funciona, el 99% de las veces la causa está relacionada con que algunos de sus integrantes entienden que el resto los necesita más a ellos para ganar que a la inversa. Se trata de un desequilibrio complejo, puesto que la calidad individual extrema, en efecto, gana partidos, millones y, a veces, títulos. Pero, ¿puede llegar un jugador al máximo nivel en el entendimiento de su oficio sin hilvanar la gestalt del juego colectivo?
Si consideramos a Ronaldo, Mágico González, Cristiano, Neymar o Ronaldinho como ejemplos paradigmáticos de 'outsiders', estrellas tan desgajadas de sus equipos que podían brillar con luz cegadora en cualquier contexto, y los comparamos con jugadores exquisitamente triunfadores cuya mayor fortaleza fue la de sostener equipos campeones desde su talento individual, como Busquets, Zidane, Laudrup o Modric, quizá se entiende mejor por qué Messi es el mejor de la historia. Leo ha sido el único equilibrista capaz de recorrer una y otra vez, a toda velocidad, partido tras partido, la cuerda suspendida a muchos kilómetros de altura entre dos estirpes de futbolista diferencial: el autista y el artista.
Por eso me intriga saber a qué se refiere Hansi Flick cuando habla de que el Barça quiere incorporar a "jugadores que ganen partidos". Eso dice en el avance de su primera entrevista con Barça One, y es fácil reconocer que el club azulgrana tiene muy difícil acceder a la exclusiva órbita de los Haaland, Kane, Musiala, Kvaratskhelia o Mbappé, este último ya presentado en el Bernabéu ante los mismos que se hicieron camisetas del Madrid con los nombres 'Ratapé' o 'Mbaputa'. Al mismo tiempo, la dirección deportiva apunta a Nico Williams y Dani Olmo, dos atacantes que aún tienen el pincel fresco de pintar una obra maestra del fútbol coral en la Eurocopa junto al fantástico Lamine Yamal, y considera oportunidades de mercado como las de Mikel Merino o Kimmich, quienes acaban contrato en junio de 2025 y son conocidos, sobre todo, por transformar equipos deslavazados y vulnerables en maquinarias implacables. No sé qué tal le irá a Flick si en efecto se inclina del lado de los artistas, pero si recuerda usted cómo fueron para el Barça los seis años que pasó con un autista en banda, desde luego parece un buen punto de partida.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana