Claro, al barcelonismo le hubiera dado gustirrinín que el Getafe acabara palmando con un penalti en el minuto 724 de partido, por lo que habría tenido de indudable justicia poética y tal. Pero al final pasó lo de costumbre en el Coliseum menos épico del planeta: empate a cero en los límites pero que muy exteriores de la galaxia del reglamento. Un resultado tan típico en las visitas del Barça al sur de Madrid como de escasa relevancia. No solo se trata del debut en partido oficial de un Barcelona que aún no ha cerrado su mercato y jugó su primer duelo de pretemporada hace dos semanas, sino que con idéntico resultado contra los madrileños en una de sus jornadas el club azulgrana ganó la Liga de 2015, la de 2018 y, por supuesto, también la última.
En cualquier caso, nunca un solo encuentro había sido tan esclarecedor sobre la verdadera esencia de este, nuestro campeonato, como el de ayer. No despachó el Barça una actuación infumable, aunque la roja visceral e irresponsable de Raphinha condicionara su desarrollo o los cambios en la configuración del equipo inicial fueran tardíos y cuestionables: ¿por qué bloquear con Abde la banda de Balde y dejar a Araújo solo al otro costado?, ¿para qué poner a Ansu jugando de Pedri? Pero dio lo mismo: a los futbolistas de Pepe Bordalás, un técnico al cual el valor de la Liga le interesa tan poco como el de su propia imagen, les resulta siempre demasiado barato llenar de cardenales a cualquier azulgrana que se les cuele entre líneas y demasiado fácil acortar el juego efectivo de los partidos hasta reducir una lustrosa vaca a un triste cubito de caldo.
Ayer, al menos, tanto uno de los capitanes del Barcelona, Frenkie de Jong, como el propio Xavi dejaron de lado la cursilería de ser amables y elegantes con 'el otro fútbol' para mandarlos a todos al potote. Incluido a un Soto Grado que pulverizó las plusmarcas del cagómetro arbitral al señalar una mano delirante de Gavi para poder abstenerse de juzgar una patada dentro del área a Araújo en el último aliento de un duelo kafkiano. Su pusilanimidad, desde luego, concuerda con el aviso de los árbitros de que esta temporada irán menos al VAR. Justo lo que pedía el Real Madrid, qué casualidad. Pero el verdadero problema de esta Liga es que en algún momento tendrá que decidir si quiere orbitar alrededor de tipos como Damián Suárez o es capaz de proponer alguna solución. Por supuesto, no se espera nada del inefable Tebas ni de la RFEF.
Es más, quizá se añada a la sanción a Xavi por su expulsión durante el partido un castigo adicional, Comité de Competición mediante, por sus tajantes declaraciones en rueda de prensa. Dado que no puede culpar de sus palabras a una mala traducción, como otro jeta que yo me sé, quizá la ordalía del técnico campeón tenga que servir como necesario sazonador de un espectáculo insulso, plagado de delanteros otrora suplentes y condenado a pasar de las dos horas en busca de no se sabe bien qué, aparte de revolcarse en su propio cieno. Muy sostenible y viable todo, eso sí. Menos mal que de disfrutar de Lamine Yamal, en principio, no nos privará nadie.
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