Abundaron los planos a vista de dron del Camp Nou durante el último partido oficial del Barcelona en su estadio antes del apalancado advenimiento del Espai Barça, y casi todos sirvieron como metáfora de la dinámica establecida entre equipo y afición durante la última campaña. Con Laporta y Xavi como grandes catalizadores, la culerada se reagrupó tras la zozobra, marcando los récords de asistencia al campo en el presente siglo. Pero sobre todo, entregando las llaves del futuro a un equipo vituperado, a menudo fosco en su desempeño, muy lejos de la prístina claridad que atraía a los admiradores de Messi, Iniesta o el propio Hernández Reus a los asientos del coloso. En ese sentido, sin duda el barcelonismo ha usado la última Liga para madurar. Y de paso, se ha dado el gusto de ver a su equipo ganarla con autoridad.

Al doblar la esquina asoma otra vida en Montjuic, donde la distancia entre los futbolistas y sus cómplices se ampliará inevitablemente en lo físico, pista de atletismo mediante. El riesgo es que se agigante en lo emocional incluso antes de ocupar el asiento. Como ha demostrado la reciente decisión del club de bajar a la mitad el precio de los abonos, cada partido en casa durante los meses venideros será un auto de fe. Las escaleras mecánicas, a menudo estropeadas, añadirán un punto de amargor al peregrinaje. Aun así los culés subirán a la muntanyeta como esperanzados Moisés dispuestos a recoger las tablas de la ley, pero será imprescindible que su fe se vea recompensada con la zarza ardiente del buen juego, el maná de los resultados y, en especial, con una andadura europea que no sea otra travesía por el desierto.

El reto, nada sencillo, será consolidar un proyecto que aporte la nutrición necesaria para sostener el orgullo del barcelonismo desde ahora hasta bien entrado 2025. La certificación de que ese objetivo se ha cumplido será que los culés regresen al estadio tras su remodelación con sinceras ganas de ver más de cerca a una mayoría de los que se fueron, empezando por el entrenador. Si después del exilio es Xavi quien ocupa el banquillo del Nou Camp Nou y el relevo generacional en el once titular blaugrana sigue un curso razonablemente victorioso, en mi opinión la vuelta a casa será un punto de partida inmejorable. 

Y creo que digo bien, de partida. Porque será importante que el sueño del nuevo campo supere en ambición al del antiguo. A saber, que catapulte una continuidad inmarcesible a la hegemonía del Barça en Liga y Copa, que la Champions no se entienda sin los azulgranas avanzando rondas sin piedad, que los dos tripletes conseguidos en la era Messi no sean los últimos, y que todo ello se edifique desde los cimientos de La Masía y apuntalado por las columnas pétreas de un modelo de juego que transmite como ningún otro la equilibrada belleza del dominio, de uno mismo y sobre los demás. Un monumento al fútbol que convierta el Espai en el gran museo de la modernidad. A ser posible, con Gavi abriendo el marcador en el primer partido de vuelta en casa.

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