Si hay una esperanza vana en este fútbol nuestro es sin duda que el presidente de un club comparezca ante la prensa a contar la verdad. Si alguien lo esperaba del stand up de Laporta sobre el caso Negreira el otro día o es un ingenuo o un impostor, no hay tercera vía. Este particular lo explican varias razones, como por ejemplo que existan canales de televisión como Real Madrid Televisión o Barça TV, donde tertulia tras tertulia se acomodan periodistas que regüeldan propaganda a cara descubierta antes de reintegrarse a sus secciones en presuntamente auténticos medios. O que de hecho muchos de esos medios, deportivos y generalistas, sean tan afines a unos colores que llegan a escudarse en su carácter privado para no publicar según qué cosas. Como si el periodismo fuera, justamente para los periódicos, una elección empresarial demasiado arriesgada en tiempos de trincheras.

Tampoco les falta razón, porque salir del hoyo un minutito siquiera para demostrar extrañeza ante el discurso cada vez más monolítico es la manera más sencilla de que te cosan a balazos de indignación hordas de cafres, de bots e incluso de personas normales que ya no entienden un carajo, cosa por la cual yo no las culpo. Pero hay que echarle valor de vez en cuando, astuto lector. Veamos. Sucede que Laporta salió a contar su verdad, como es lógico por su cargo y su reputación, que siempre ha sido la de ser un tipo bastante sagaz y articulado. Para empezar, defendió la contratación de los Negreira como una oportunidad que se le presentó al Barça. Sin embargo, cualquiera con un mínimo de integridad pero, sobre todo, con dos dedos de frente podía entender que esa oportunidad en particular era inexcusable dejarla pasar, al resultar evidente que tamaño cadáver en el armario terminaría por apestar la casa entera.

Pero ya se sabe que presidente del Barça no come presidente del Barça, por eso no se piden nunca cuentas más allá de las elecciones ni se ejecutan acciones de responsabilidad: se da un crit valent, se tira para delante con lo que haya en los cajones y ya está. Y si resulta que uno de los presidentes auspiciadores del chanchullo en el pasado era uno mismo, pues imagine usted. Pese a todo, de alguna manera había que justificar lo de Negreira, porque se mire por donde se mire pagar a un directivo arbitral en el ejercicio de sus funciones, por melifluas que sea, durante una pila de años... está feo. Así que se sacaron informes, CDs y una auditoría. Lo lógico, una vez más. A la postre, sigue sin poderse probar si aquellas "irregularidades" las cuales supuestamente amenazó con revelar el propio Enríquez padre si dejaban de aflojarle la mosca eran cuestiones arbitrales o un desfalco del capital de la entidad mediante el pago de presuntas comisiones a directivos como Contreras et al. Con la documentación existente y en este punto de la investigación, afirmar lo uno es tergiversar tanto como afirmar lo otro.

Luego quienes se han hinchado a sacar papelotes, algunos incluso contradictorios con lo que afirmaban semanas antes, se pueden dar por fotuts: no solo sus teorías son tan indemostrables como las demás, es que gracias a Laporta el debate ya no es por qué se pagó a Negreira (padre), sino de qué equipo era Franco. Ya les dije al principio que Jan otra cosa no, pero sagaz es un rato. Porque vamos, o estaba conchabado con el Real Madrid y todo esto es un teatrillo para que nuestro balompié pueda salir adelante, o su alusión al "régimen de turno" puso a echar espumarajos a esa parte de la maquinaria mediática blanca que, a base de barnizar delirios durante décadas para colocar al equipo de sus amores en el lado correcto de la historia, ha perdido completamente el sentido del ridículo. Si al menos nos hubieran querido vender que el sátrapa gallego tenía su pérfido corazoncito con el Pontevedra o el Sanxenxo...

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana