En mi época en Marca tuve un compañero que siempre decía que si volviera a nacer le gustaría ser futbolista de Primera División. Pero no por el fútbol en sí o sus posibles glorias deportivas, ni siquiera por el dinero. Más bien su anhelo se centraba en disfrutar el estilo de vida de los jugadores de élite. "Te levantas no muy temprano, desayunas tranquilo, con los niños ya camino del cole... y a entrenar. Si no caes en el Atleti o la liga italiana, las sesiones son de una hora: trote cochinero, rondo, unas pocas jugadas, futvoley, un partidillo... Si te apetece cuidarte, un poco de gimnasio extra, pero si ya te va bien como estás, a la ducha y a comer. Siesta recomendada, y la tarde (y la noche) casi siempre para ti. Ya ni dan paseítos en grupo por las ciudades, como ahora se viaja a los partidos en el mismo día...".
Y sí, astuto lector, más o menos es así la cosa. Vamos, que el fútbol no es el deporte más exigente del mundo en cuanto a horas de entrenamiento y preparación, por eso en su élite militan los Marcos Llorente pero también los Hazard. ¿Alguna vez ha visto usted en los Juegos Olímpicos a un nadador o una corredora del 1.500 pasados de grasa abdominal? Pues ahí lo tiene. Pero incluso en esa más bien relajada rutina del futbolista, comparecer a un entrenamiento en el día de Año Nuevo es un palo, claro. Ni pueden trasnochar tranquilos en Nochevieja ni disfrutar de la r̶e̶s̶a̶c̶a familia al día siguiente. Viene todo esto a cuento por los ya famosos 'retos' que Xavi propone a sus jugadores, glosados en ese nuevo documental sobre el Barça que es como ver en el monitor la artroscopia que te están haciendo en la rodilla pero sabiendo que te operan Serafín Zubiri y un chimpancé con síndrome de abstinencia. Y oiga, me llama mucho la atención el desarrollo de los acontecimientos hasta el momento actual.
Resulta que, como decíamos, Xavi propone algunos 'challenges' a los muchachos en partidos que considera de especial importancia para la dinámica del equipo. Por ejemplo, recompensa la victoria con una cena pagada para todos los jugadores o con días de descanso. Teniendo en cuenta la elefantiásica masa salarial del club, y por mucho que Sergi Roberto diga que ahora cobra como si acabara de subir del filial (ahora, claro), es fácil imaginar que la segunda propuesta, la de los días sin entrenar, resulta bastante más seductora que la primera. Pero en cualquier caso una recompensa colectiva puntual es una fórmula tan válida como cualquier otra para motivar a un grupo donde no siempre todos los individuos están en plena forma, centrados, contentos o debidamente incentivados.
Se ha confirmado ya que uno de estos retos atañó al derbi contra el Espanyol en el Camp Nou del 31 de diciembre: en caso de triunfo en ese primer partido tras el Mundial, disputado en el último día del año y ante un rival tan histórico como a menudo histérico, la victoria vendría acompañada para los futbolistas culés de un día de Año Nuevo de total asueto. Y la cosa es que... ni así el Barça fue capaz de ganarlo. Había pocas dudas de que la querencia espanyolista por compensar su elemental falta de fútbol con patadas casaría a las mil maravillas con la arbitrariedad de Mateu Lahoz, colegiado espantoso a quien, obviamente, Mourinho solo dedicaba elogios cuando entrenaba al Madrid porque dejaba a su equipo pegar todo lo que quería y más. Con todo, no hizo mala primera parte el Barça, pero tampoco acongojó a su rival ni supo mantener una intensidad acorde con un partido que servía para despedir 2022 en lo alto de la clasificación.
Un empate en el derbi barcelonés no es ni mucho menos una debacle, pero ver a todos los jugadores culés desfilando con diligente pereza hacia el entrenamiento del día 1 confirmó un estado de las cosas bastante deprimente: llegó un partido importante, ante un contrario netamente inferior que además andaba lloriqueando por la cautelar a Lewandowski, el equipo recibió un extra de motivación muy atractivo y... bueno, básicamente, no se pueden tener más razones para salir a por una victoria sin ambages. Sin embargo, el Barça quedó compuesto, sin dos puntos y a ras del Madrid en el liderato. Y que el Barça no gane ni queriendo, o al menos ni teniéndolo todo para quererlo, es un gravísimo problema que Xavi aún no ha sabido solucionar.
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