Háganme caso, es mejor que no vuelva Arthur. Que le vaya bonito. Lo que menos necesita el Barça ahora mismo son plañideras, bostezos y miradas acuosas. Viene la Champions, y no es que el objetivo sea ganarla, que también. Es que el equipo azulgrana necesita disputarla lo más alejado posible del mayor peligro de todos: hacer el ridículo. 

Para eso, quizá lo que más urge al Barça es sacudir el mantel del costumbrismo futbolero. Hacer la cama con las almohadas a los pies. El orden es un elemento básico en el fútbol, pero confiar solamente en el orden natural de las cosas en un torneo a partido único es peligroso. Brasil gana muchos mundiales, pero no todos. Y a veces, le caen siete goles o le gana Bélgica. El ridículo, sí.

A día de hoy, la línea Maginot azulgrana compuesta por Ter Stegen-Piqué-Busquets-Messi-Suárez es el frente para construir un equipo competitivo, pero no la garantía para llegar a una final de la Copa de Europa. Todo depende de lo que se edifique a su alrededor, y muchos de esos deberes están sin hacer. ¿De qué sirve que Dembélé acelere su vuelta? Que se quede en casa, jugando a la play, calladito y sin molestar. No hay tiempo de mimos para nadie, toca ganar.

Tampoco estoy de acuerdo con que Ansu y Riqui sean piezas secundarias. Basta de jerarquías vacuas, este año no está para pleitesías a nuestros mayores. Que al menos uno de los dos sea titular en todos los partidos. Que la vieja guardia vea a unos chavales tirando regates y reventándose a correr contra el Bayern de Múnich, si llega el caso. Cualquier cosa que los inspire a algo más que el lamento, la desidia, la rendición, echarse la mano al isquio y renegociar su contrato.

Fuera de los cinco referentes antes mencionados, que podrán rendir mejor o peor pero nunca, nunca se borran, el que esté cabizbajo, a la grada. El que no meta la pierna, a la grada. El borrachín de Arturo Vidal, a la grada. El que no se avenga a montar un búnker donde se reverencie el fútbol como se ha hecho en la última etapa dorada del Barça, que se ponga en cuarentena pero ya.

Que alguien le diga a Braithwaite que lo van a largar, y si no se deja la piel en los entrenamientos y los 10 minutos que juegue lo venden al Albacete, como hizo Lopera con Joaquín en tiempos. Que alguien llame a Trincao y le advierta de que si habla del Barça con los medios lo ceden al Espanyol dos temporadas. Prométanle a Setién un contrato vitalicio y el poder de hacer limpieza en el vestuario, aunque sea mentira. Nada importa, solo la vuelta con el Nápoles y el torneo de Lisboa.

Hace falta montar un búnker. Es eso, o el caos. Y en el club no hay dinero suficiente para pagar un tratamiento contra el caos, me temo.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana