Robert Lewandowski se lamenta tras su penalti fallado ante el Sevilla EFE
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De forma un tanto sorprendente, el Barça perdió ayer su segundo partido en una semana. Por si fuera poco, lo acabó haciendo por un marcador bastante más amplio que el encajado en Champions ante el Paris Saint-Germain, defensor del título continental. Lastrado por las bajas y menos profundo de lo que se anticipaba, el segundo proyecto de Hansi Flick ha caído en un valle prematuro que un nuevo tostón de selecciones dejará en pausa pero ni mucho menos despachará. Todo se precipitó en una tarde en Sevilla que tuvo un dolor especial.
La enésima sesión de masaje institucional al Real Madrid el día anterior, perpetrada por un 'renovado' arbitraje que se esfuerza por vender ciencia pero hasta ahora solo produce ficción, ya tenía con las orejas tiesas a los culés más suspicaces. Y poco tardó Del Cerro Grande en escribir otro infame libelo desde la sala del VAR. El abyecto penalti señalado a Araújo fue una desfachatez, pero ni mucho menos la causa principal de que el Barça perpetrase un partido que acabó devolviéndole en toda la trompa la misma goleada que ofrendó en el Pizjuán la pasada campaña.
Casi lo único que tiene el Sevilla esta temporada son piernas, así que resultaba evidente que iba a utilizarlas. Y, habiendo visto todo el planeta por televisión los marcajes al hombre en el centro del campo del PSG, era lógico pensar que seguramente Matías Almeyda habría puesto las barbas de Marcao, Mendy y Sow a remojar. El problema fue no solo que De Jong y Pedri no rascaron bola, sino que el descompensadísimo equipo alineado por su entrenador carecía de muchos de los automatismos necesarios para desarrollar las jugadas en otras zonas del campo.
Sin Lamine, dos diestros aparecieron por el extremo derecho, Rahsford primero y Ferran poco después. Ambos fueron incapaces de orientar la salida de balón hacia dentro ni de romper a su marcador. Además, con Gerard Martín jugando de inicio, de nuevo el único lateral de largo recorrido fue Koundé. Pero las líneas de desdoble que normalmente navega junto a su compinche de Rocafonda eran ayer poco menos que un borrón. Si encima juegan Lewandowski y Olmo, ambos presionando con la mirada e incapaces de prolongar una pelota con precisión desde principios de 2024, que se dice pronto, y uno de los centrales es Ronald Araújo, el Curro Romero de Rivera, Uruguay, la tarea defensiva del contrario se simplifica tanto que le permite fantasear con un contragolpe letal mucho antes incluso de rozar el cuero.
Con todo, el Barça forcejeó contra el destino, y encontró una parcelita para Pedri que sirvió al fiel jardinero canario para cultivar el empate antes del descanso. Incluso tuvo un penalti para empatar al poco de que Flick se decidiera a incrustar centrales con buen pie en la línea de medios, juntar a Rashford con Balde y, en última instancia, poner a un zurdo por banda derecha. Pero ayer el fútbol se había tomado un rebujito de más y no paró de reírse del Barcelona hasta el minuto 96. Así es la vida, mi arma.
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