Joan García calienta antes del Mallorca-Barça FCB
El Barça inauguró la competición llevándose la primera victoria liguera a domicilio en un partido extraño, malogrado por las barrabasadas de un Mallorca espídico. El árbitro hizo su trabajo doblemente bien, aplicando el reglamento con criterio y además alimentando la maquinaria del fango madridista desde la Jornada 1. Ojalá empiece el próximo verano con el alcalde inaugurando una plaquita en lo alto de Torre Picasso que rece "Hasta aquí llegaron los espumarajos de rabia en la temporada 25/26". Todo OK, José Luis.
Hasta que el encuentro implosionó, el Barça compareció con una prestancia que se adecúa perfectamente a su objetivo: comenzar la Liga con el resto de rivales chupando rueda lo antes posible. Jugando desde el primer minuto con pierna fuerte y cabeza clara, regateando rivales pero nunca esfuerzos. Los defensas en mejor pico de forma convirtieron las bandas en un quebradero de cabeza sideral para los de Arrasate, con Ronald Araújo bien arropado en la salida de balón para evitar disgustos. Los tres centrocampistas con más instinto natural para arrinconar al rival alcanzaron con frecuencia el tercio decisivo del campo. Y la terna de delanteros más bregada de la plantilla sumó tres goles para compensar la ausencia del achacoso Lewandowski y desahogar de presión a un Marcus Rashford que necesita más rodaje.
No es asunto baladí que marcaran Raphinha, Ferran y Lamine Yamal, como tampoco lo es que el accidentado debut de Joan Garcia con el mejor escudo de Barcelona se saldara con la portería azulgrana a cero. Esa confluencia de sucesos dibujó un tres más uno perfecto, esférico, que convierte casi en silogismo el vetusto mantra futbolero de que tener la mejor delantera y al mejor guardavallas es el camino más corto hacia los títulos. Si tu portero debutante se luxa un dedo en el calentamiento y después recibe una patada voladora en la cara y aun así no encaja, y además cada delantero titular marca un gol, el fútbol del Barça se vuelve casi indistinguible de la magia.
Más todavía porque sigue siendo un edificio sólido, que crece desde la presión y la ocupación inteligente de los espacios hasta el cambio de ritmo y el uso de la calidad individual en favor del colectivo. De hecho, fue una pena que el Mallorca enloqueciera y se despeñara del partido, porque el espectáculo prometía mucho más. Flick criticó cierta displicencia de sus jugadores en la segunda parte, pero fue él mismo quien hizo un cambio en el 45' y otros tres en el 68', luego es lícito dudar de que en el fondo no viera con buenos ojos una reanudación al trantrán y con la victoria prácticamente segura en lugar de un debut liguero en el filo de la navaja. Pero también es razonable que sea intransigente con la relajación, porque lo que ha armado este verano tiene, ya con los tacos manchados de verde, toda la pinta de convertirse en un equipo feroz e implacable.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana