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El fútbol de primerísimo nivel es hoy un juego elevado a espectáculo, con todo tipo de comodidades para el público y los jugadores, pero no siempre fue así. Ni mucho menos.

El Barça, uno de los clubes más antiguos, ha vivido toda la evolución en sus propias carnes: desde jugar en un descampado sin ni siquiera ser once al fastuoso nuevo Camp Nou.

Cambiados de casa

Por lo tanto, huelga decir que en los primeros años de juego los vestuarios brillaban por su ausencia; era habitual que los futbolistas fueran al partido cambiados de casa.

En el mejor de los casos, encontraban alguna habitación cercana al campo donde dejar sus trajes, vestirse de corto y sujetar sus pantalones de juego con un buen cinturón.

Can Casanovas… y la calle Indústria

Eso es lo que encontró el Barça en su segundo campo de juego, en los terrenos de Can Casanovas, el hotel al que pertenecían y que hacía las veces de cambiador y enfermería. También había una pequeña estancia en el feudo de Can Sabadell.

Aun así, no se pueden considerar vestuarios dentro del recinto deportivo. Estos llegaron años después, ya con el campo de la calle Indústria.

Mas Casanovas GERARD MATEO CRÓNICA GLOBAL

Duchas rudimentarias

En ese enclave, inaugurado en 1909, se construyó una caseta con duchas más que rudimentarias, todo un lujo para la época. Pero no se instalaron en seguida.

Hasta que llegó ese momento, los jugadores se aseaban después de los partidos con apenas media docena de palanganas, guardadas como oro en paño por el club.

La habitación del guarda

Y, durante un tiempo, ambos contendientes hasta podían cambiarse en la habitación particular del guarda de campo, el histórico Manuel Torres.

¡Qué tiempos aquellos, en los que ni siquiera había agua para beber durante el partido!