Corría el año 1936. Estalló la guerra civil española. Y el fútbol se detuvo en buena parte de España. Madrid figuraba entre esos lugares. De modo que, a modo de supervivencia económica y para mantener la forma física, el Madrid llamó a distintas puertas para poder seguir jugando al balompié. Tanteó el Campeonato Regional de Levante, pero lo rechazó por cuestiones de seguridad. Y también intentó jugar el Campeonato de Cataluña. Estuvo a punto.
El entonces técnico madridista, Paco Brú (el primer seleccionador oficial de España), viajó a Barcelona para negociar la participación de su equipo en el torneo catalán. Era octubre. Y la propuesta la vieron los clubes catalanes implicados con buenos ojos. ¿Todos? No. Rosendo Calvet, representante del Barça, pidió tiempo para analizar pros y contras. Y tumbó la propuesta. No por razones deportivas, pues la iniciativa, tal y como se presentó, parecía contar con el beneplácito de todos, sino por ideología política.
Vantolrá, el más duro
Se dio la circunstancia de que los jugadores del Barça estaban de acuerdo en jugar contra el Madrid en el Campeonato de Cataluña, porque entendían que sería bueno deportiva y económicamente para todos. Es más: Martí Vantolrà, futbolista azulgrana que terminó exiliado en México y entonces secretario del sindicato de futbolistas de Cataluña, fue de los máximos defensores de la inclusión del equipo blanco en el torneo regional.
El sindicato, además, comunicó su molestia con el hecho de que algunos quisieran politizar el fútbol, y recordaron que “un batallón de deportistas madrileños” había demostrado “sobradamente su compenetración y cariño” a Cataluña. Pero el acuerdo jamás llegó. Y se esfumó toda posibilidad de que el Madrid jugase esa competición. Afortunadamente, ni los blancos ni el Barça (que también sufrió las penurias de la guerra, aunque más adelante) desaparecieron, y hoy son dos de los mejores clubes del mundo y representan una de las mayores rivalidades conocidas.