Xavi Hernández (Terrassa, 1980) se queda. Dijo que se iba, pero se queda. Cumplirá el año de contrato que le queda como entrenador del Barça. El cambio de opinión no es algo que deba sorprender en alguien como él, acostumbrado a navegar entre dos aguas: jugador capital en los éxitos de la selección española y, al mismo tiempo, partidario del referéndum de independencia de Cataluña; defensor de los derechos humanos, pero amigo de Qatar.
Xavi salió del Terrassa en categoría benjamín, aterrizó en la Masía con 11 años y dejó el club, como futbolista, en 2015. Toda una vida entregado a los colores azul y grana (más de 800 partidos, más de 100 goles y 32 títulos, entre ellos, 8 Ligas, 4 Champions y 3 Copas del Rey), a pesar de que, en sus inicios como profesional, cerca estuvo de fichar por el Milan. Pero su madre y su hermana no lo veían claro. Apostaron por quedarse. Acertaron.
Amante de la siesta y de las setas, cuando, en 2015, vio que ya no podía rendir al nivel que exige el Barça, hizo las maletas para marcharse muy lejos, a Qatar, para jugar cuatro años en el Al-Sadd, lugar en el que este mediocentro se aseguró una jubilación dorada y se formó como técnico. De hecho, dirigió a ese equipo varias temporadas, hasta que un Barça sin rumbo lo reclamó para su banquillo –donde también trabaja su hermano Òscar Klopp– a finales de 2021. Ha ganado ya una Supercopa de España y una Liga, y ha descubierto a nuevos talentos de la Masía.
El padre, entre Terrassa y Sabadell
Su padre, Joaquín Hernández (Abla, Almería, 1947), también jugó en el Barça. Fueron solo siete amistosos con el primer equipo, pero allí estuvo, según menciona El árbol del Barça (Círculo Rojo, 2023). En su caso, comenzó a jugar al fútbol en los juveniles del Terrassa, pero debutó en Primera con el eterno rival, el Sabadell (1965-67), antes de volver al equipo de Egara. Siempre entre dos aguas. Asimismo, estuvo en el Melilla, el Girona, el Europa, el Calella, el Manresa, L’Hospitalet, el Reus y el Igualada. Un trotamundos.
Estuvo en activo hasta los 37 años, pero compaginaba su vocación deportiva con el trabajo como contable en el negocio familiar. Tras dejar el fútbol en activo fue entrenador de diversos equipos, hasta que se centró en la carrera de Xavi y, en paralelo, se dedicó al sector inmobiliario, entre otros negocios. Tiene, asimismo, otros tres vástagos (Alex, Òscar y Ariadna), todos ellos fruto de su matrimonio con Maria Mercè Creus Feliu.