Siempre han habido grupos y grupitos dentro del vestuario. Lo explicamos hace un par de semanas y ahora se ha constatado con nombres: Ter Stegen, De Jong y Lenglet. El primero lo abandera todo, los tres tienen futuro para no depender del sueldo Nescafé que buscan otros más maduritos y que venden más de lo que un buen día fueron.
Ahora bien, el problema es cuando el dinero, o el no estar de acuerdo con las rebajas salariales en definitiva, viene de otros problemas previos entre ellos que nada tienen que ver. Hablamos de los messistas y el resto, igual que un buen día se habló del clan de los portugueses en el Madrid, o los holandeses en el Barcelona. Todo empezó con una imagen ilustrativa: la despedida de Semedo.
Ter Stegen le dedicaba cartas de amor por Twitter mientras que Messi, Alba, Busquets y compañía lloraban el adiós de Luis Suárez en directo en su despedida. Fue bastante ilustrativo de lo que nos viene. Y la guinda ha sido ver cómo el entorno periodístico y de amistades de Messi filtra las aspiraciones salariales de Ter Stegen. Un golpe bajo. Insisto: el problema no es que no remen en una misma dirección, el problema es que estas direcciones las enfrenten. Y ahora es en lo que estamos. En el símil entenderemos la situación: ¿Acaso habláis con todos vuestros compañeros de oficina? Seguro que no, podemos hablar de afinidades e incluso de tirrias personales. No podemos caer bien a todo el mundo. ¿Pero os meteríais con su trabajo si este no os incumbe? Esto es lo que parece que pasa entre los dos lados.
Es metafórico porque en el césped representan las dos puntas claves de uno y otro lado: uno para goles y el otro los mete. En la gracia de mantener el equilibrio estará el de un vestuario bien cohesionado que, ahora mismo, a duras penas coinciden cinco minutos para saludarse y cambiarse antes de saltar al campo.