Pretender meter a Samuel Umtiti en la operación por Memphis Depay es tratar al Olympique de Lyon de poco astuto. De entrada porque Umtiti es francés, no ha dado la talla en la selección y todo el mundo sabe de los problemas crónicos musculares que arrastra desde hace prácticamente dos años, que han acelerado su jubilación pese a camuflarlo poniéndolo en el banquillo. Así, se debe ser consciente: lo que interesa es deshacerse de una de las fichas más altas en proporción al rendimiento del tiempo jugado, unos 20 millones anuales.
Escuchando a Jean-Michel Aulas, presidente del Lyon, el Barcelona tiene como máximo hasta el viernes para ficharlo. La pregunta es, ¿con qué dinero? ¿A cambio de qué saco de patatas? El resumen de los delanteros, aunque Depay no sea un 9 puro, es que se han sacado a Suárez para quedarse pagando lo que no está escrito por Griezmann. Y ahora a reforzar sin nada en el bolsillo.
La directiva vive una época de descrédito y lo tiene de cara para revertir: de ella emana el poder hasta las elecciones. Un buen tanto electoral, si se quedan sin los Depay de turno, es atar y bien atado a Ansu Fati. Su renovación no será automática hasta el 2024. Su agente, Jorge Mendes, se fija en su edad, y todavía no ha cumplido los 18 años, ideal para frenar las ampliaciones más allá de los tres años.
Y con todo esto no nos olvidamos de un Messi que está de vuelta, desatado, y ya no se calla nada. Quizás los entornos y las influencias se deberían cuidar. La plantilla no se refuerza mejor de lo que estaba en agosto y los que están andan flojos de concentración. Y Ter Stegen, desde su diminuto clan del vestuario, no puede hacer frente a la vorágine de despachos y césped él solito.