El Barça, atormentado por su deuda y la depresión de un equipo (de fútbol) que lo ganó todo y ahora palidece ante rivales de medio pelo, se dio una alegría con el fichaje de Pau Gasol. El mejor jugador de la historia del básquet español jugará por el bocadillo y poco más, preocupado como está por ponerse a tono para participar en los Juegos de Tokyo. En tiempos de crisis y zozobra, el Barça alivia sus penas con una operación que tendrá un gran impacto mediático y que debe confirmar la recuperación de la sección de baloncesto, antítesis del equipo de fútbol.
El expresidente Josep Lluís Núñez fue quien mejor entendió la importancia de potenciar las secciones profesionales del Barça. Sabía que los éxitos del baloncesto maquillaban las decepciones del equipo de fútbol. Las Ligas que ganaban Solozábal, Epi y Norris atenuaban los fracasos de Schuster, Migueli, Carrasco y compañía. Rara vez, fútbol y baloncesto ganaban la Liga el mismo año y nunca ambos equipos han ganado la Copa de Europa en un mismo ejercicio.
El Barça actual, todavía convaleciente del rapapolvo de Lisboa, guarda muchos paralelismos con el Barça de 2003, que estaba hecho unos zorros por la gestión de Joan Gaspart. Ahora hace 18 años, el equipo de fútbol era una ruina, zarandeado por rivales menores, pero el de baloncesto ganó su primera Euroliga. Con Bodiroga, Fucka, Jasikevicius y Navarro.
Hoy, el Barça de fútbol tampoco carbura, aunque el pasado verano inició una reconversión que llegó muy tarde. El Barça de baloncesto, en cambio, es uno de los mejores equipos de Europa, con Mirotic, Higgins, Calathes y Davies. Las similitudes con el primer Barça de Pesic son evidentes.
Bien colocado para luchar por su tercera Euroliga y por ganar una Liga que se le resiste desde 2014, el Barça ha fichado a Gasol para fortalecer el juego interior. Jasikevicius, reticente a la incorporación del ala-pívot de Sant Boi el pasado verano, ha dado luz verde al regreso de su antiguo compañero porque su equipo ya está rodado, con los roles perfectamente definidos. Pau, en teoría, será un actor secundario que ayudará en los entrenamientos y los partidos. Hoy, Gasol necesita más al club que viceversa, motivo suficiente para aceptar el salario mínimo de la ACB.
El Barça, por fin, ha sabido hacer un equipo competitivo. Se acabaron los fichajes de jugadores de segunda fila y los sueldos sobredimensionados. Mucho más difícil será la transformación del equipo de fútbol. No será fácil soltar lastre ni vender a jugadores que se ficharon como estrellas y no sirven ni para un fregao. El relevo generacional, en cambio, parece bien trabajado, con Pedri como nuevo faro para la hinchada culé y un Koeman atrevido en la toma de decisiones.