Compositor, director de orquesta y músico. También conocido popularmente como pluriempleo, multifunciones y, cuando se tuercen las cosas, en quien se centra la imagen del fracaso. Todo recae sobre su figura.
Una figura que, irremediablemente, se ha ido despojando de sus mejores aliados con el paso del tiempo. Y el Barça, a nivel de club, no ha sabido reemplazarlos. Jugadores únicos como Puyol, Xavi o Andrés Iniesta, e incluso otros más polémicos como Dani Alves o Neymar Jr. Todos abandonaron la capital catalana mientras Messi resolvía la papeleta.
Una pérdida de referentes que ya no puede salvar en soledad. Solo el capitán --junto a Piqué y Ter Stegen-- se salva de la quema de una temporada que se las prometía gloriosas y que la Liga --que es el título más difícil pero que siempre se da por hecho, como todo en Can Barça en esta última década-- no podrá maquillar. Un fracaso con mayúsculas que empezó, a los ojos de los más simplistas, en Anfield y terminó este sábado en el Benito Villamarín ante el Valencia.
Los mismos síntomas
La debacle del Barça viene de antes, pero las urgencias europeas por los éxitos del Real Madrid han impedido a la junta directiva y la secretaría técnica --tan inconsistente en los últimos cuatro años-- ver con claridad las necesidades de un vestuario acomodado. Lo que ocurre en el Barça es el principio de la enfermedad --en la capital catalana todavía curable-- que ha sacudido como una pandemia esta temporada al Real Madrid. Igualito, pero con una sola diferencia: Leo Messi. El mejor jugador de la historia capaz de volver a conquistar la Bota de Oro --por sexta vez y tercera consecutiva-- y capaz de echarse al equipo a la espalda en los escenarios más inciertos, pero no en las noches más oscuras.
Los mismos síntomas. Envejecimiento de la plantilla, falta de ambición, de soluciones deportivas eficaces, de acción-reacción entre compañeros acomodados y la más importante: reconocer el problema. No hay más ciego que el que no quiere ver y como ocurre en Madrid, muchas glorias no han querido asumir que su capacidad y su rol en el equipo no es el mismo de antaño y que, por tanto, han mermado las capacidades del colectivo.
Leo Messi tras perder la final de la Copa del Rey / EFE
Los intocables solo pueden ser intocables cuando dejan intacto su rendimiento. A todos nos cuesta, pero es un ejercicio de sinceridad con uno mismo. Nadie puede vivir del pasado. Messi es el elegido, pero necesita rodearse cómo es debido. Ni amigos, ni compañeros de época. La historia le espera vestido de azulgrana --y ojalá también con la albiceleste-- y debe entender que solo no puede. Messi es el único que genera todo el fútbol en el Barça. Creador, asistente y goleador. Leo necesita rodearse de socios, no de amigos.
Es hora de despedidas. Dolorosas hoy, beneficiosas mañana. No debería haber segundas ni terceras oportunidades. Hay que tomar medidas urgentes. El sacrificio de hoy, es el éxito de mañana, de lo contrario, sería sacrificar a Messi. Que es algo muy distinto.