El Barça es un equipo de rendimiento discontinuo. Con una propuesta futbolística menguante, todavía es competitivo si se activan sus estrellas, pero palidece cuando disminuye el compromiso y la intensidad. Contra el Borussia Dortmund, posiblemente en la primera cita de alto riesgo de la temporada, el Barça superó la prueba sin grandes ostentaciones ni dificultades. Cumplió, que no es poco, y cerrará la fase de grupos en primera posición. Como casi siempre.
Messi, extrañamente con mucha libertad de movimientos, penalizó a un Borussia indolente. El crack argentino tuvo muchos espacios para maniobrar y conectó perfectamente con Luis Suárez. Hasta ahí, todo normal. La novedad, muy celebrada en el Camp Nou, es que también se asoció con Griezmann, autor del tercer gol azulgrana.
La conexión entre Leo y el delantero francés estaba bajo mínimos. Más de una vez le había negado Messi la pelota en situaciones muy favorables para Griezmann. Y cada gesto era psicoanalizado por sus compañeros y periodistas, quienes en tiempo de turbulencias se recreaban con teorías conspiratorias.
Las últimas semanas habían sido movidas en la Ciutat Esportiva. Ha habido autocrítica interna y alguna palabra subida de tono. Falta por ver ahora si el equipo se enchufa definitivamente o sigue siendo una montaña rusa. Valverde sigue sin dar con la tecla en un Barça que recula más que hace uno o dos años. En la búsqueda del equilibrio mínimo, el equipo necesitaba más pegada y la prioridad pasaba por activar a Griezmann.
Antoine necesitaba a Leo, pero Leo también necesitaba a Antoine, mucho más fiable y aplicado que Dembélé. El encaje no es fácil porque ambos son zurdos y mediapuntas, pero pueden complementarse si Griezmann arranca desde izquierda y explota su velocidad. Si el francés interpreta bien los espacios, Messi será su mejor socio y el Barça tendrá más recursos para penalizar a sus rivales.
El Barça será el gran rival del Barça en los próximos meses. Al equipo le sobra clase pero también autocomplacencia. Toca centrarse en el fútbol y la buena actuación del miércoles coincidió con la ausencia de Piqué, uno de los que piensa más en sus negocios que en su profesión.