Una vez más se demostró que las críticas del selecto séquito de periodistas argentinos liderados por Liberman contra Leo Messi volvieron a ser injustas. Irresponsables. Vergonzosas.
Hablamos de un deporte colectivo, en el que 22 profesionales se baten durante 90 minutos. Y, naturalmente, las individualidades juegan un papel muy importante. Obviamente el talento desequilibra. Y eso es lo que Messi lleva haciendo durante más de una década de forma inhumana. Como nadie antes lo había hecho de manera tan continuada. Pero no siempre puede hacerlo todo él. Menos aún, estando solo ante el peligro.
Este sábado repitió una gesta majestuosa contra el Espanyol. En un partido atragantado y aburrido, tuvo que aparecer él para despertarnos. El futbolista que más veces ha disputado el derbi en la historia se convirtió en el jugador con más victorias también en la historia de la Liga. Y marcó él los dos goles para encarrilar una nueva Bota de Oro, un nuevo Pichichi, y poner el listón más alto en el histórico de goles de la Liga española: ya van 414. Con el Barça suma 594 tantos en 675 partidos. Es único.
No es lo mismo con el Barça que con Argentina, porque el Barça es un bloque. Si las cosas no salen, hay un engranaje casi perfecto entre los centrocampistas, liderados por Busquets, y la defensa, gobernada por Piqué, que mantiene el equilibrio. La solidez de una cosita que se llama EQUIPO. Y que se basa en la solidaridad de sus miembros.
Argentina lleva años con una plantilla que hace aguas por todas partes. Lo único que ha tenido en los últimos tiempos son buenos delanteros, pero ni porteros, ni defensas, ni centrocampistas de primera línea. Y, pese a todo, de la mano de Messi alcanzaron ¡la final de un Mundial! ¡Y la final de dos Copas América! De no ser por Messi, eso habría sido inviable y el fútbol argentino estaría todavía más amargado.
No hay más que recordar el Mundial de Clubes de este año. Uno de los colosos argentinos, River, se clasifica tras ganar la Copa Libertadores --en una final a dos partidos que, futbolísticamente, fue poco menos que lamentable y fuera del verde estuvo marcada por la violencia más degenerada-- y después de eso cae en semifinales contra el temible Al Ain de los Emiratos Árabes. Un equipo que fue vapuleado en la final por el Real Madrid más frágil de los últimos años (4-1). Ese al que tantas veces ha sometido Messi.
Esta es la realidad del fútbol argentino. Y lo penoso del caso es que en la Argentina malvada --afortunadamente compuesta por tan solo una minoría muy ruidosa--, tengan el honor de contar con el mejor futbolista de todos los tiempos y en lugar de sacar pecho de él, traten de contagiarlo de esa epidemia derrotista, perturbada y gris que reina en el país.
Es normal que tengan envidia por no poder disfrutar del mejor Messi como lo hacemos en Barcelona. Es normal que duela. Pero no traten de hundirlo con ustedes.
En Argentina vende mucho más hablar de Messi, y de Maradona si me apuran, que de cualquier otra cosa. Y en la Argentina malvada saben que vende, todavía más, hablar mal del astro rosarino. Porque ayuda a ganar trascendencia. Genera impacto mundial. Notoriedad. Audiencias torrenciales. Si no fuese por Leo, ¿quién carajo conocería a Liberman y sus secuaces más allá de América del Sur?
Ellos no se dan cuenta, pero los que lo vemos desde fuera nos llevamos las manos a la cabeza pensando: "Joder, ¡tienen al mejor genio de todos los tiempos y en lugar de aprovecharlo se lo quieren cargar!". Eso es lo realmente noticiable del caso. Están cometiendo un crimen y parece que no son conscientes de ello. O, peor aún, les da igual.
Confíen en el genio. Traten de darle un equipo un poco más competente. Y, sobre todo, háganlo feliz. Solo así lograrán obtener su mejor versión.