El FC Barcelona supera ya los 900 millones de ingresos por temporada, la mayoría de los cuales se destinan a los sueldos y amortizaciones de los futbolistas. El pasado verano, recaudó más de 130 millones por la venta de jugadores de perfil medio-bajo, una cantidad nada despreciable en una entidad que, año tras año, regalaba o malvendía a deportistas que se habían devaluado.

En pleno reajuste económico, sustentado también en el notable incremento de los ingresos por patrocinios regionales, el Barça sigue en la eterna búsqueda de la fórmula mágica que minimice el déficit que generan sus secciones profesionales. La pasada temporada, sólo el fútbol femenino fue rentable. El baloncesto, el balonmano, el fútbol sala y el hockey sobre patines acumularon un déficit de 40 millones de euros. La misma cantidad que costó (ficha al margen) Arda Turan.

El Barça, año tras años, encalla con las secciones. El patrocinador del fútbol femenino, Stanley, aporta 3,5 millones de euros anuales, una cifra que permite cubrir todos los gastos de la temporada. Lassa Tyres, la marca turca de neumáticos, paga entre 4 y 6 millones de euros por el resto de las secciones profesionales, una cantidad ínfima que condiciona los presupuestos de cada temporada.

El baloncesto genera unos 25 millones de pérdidas anuales y es comprensible el malestar de los asiduos al Palau por la incapacidad de sus dirigentes para armar un equipo competitivo. El balonmano, una sección mucho más exitosa, pierde unos 8 millones de euros. Mucho menos cuestan el fútbol sala y el hockey patines.

El escolta estadounidense de baloncesto --una de las secciones del club con futuro negro-- del FC Barcelona, Chris Singlenton (i), con el balón ante la defensa del jugador dominicano Herbalife Gran Canaria, Eulis Báez / EFE

El escolta estadounidense de baloncesto --una de las secciones del club con futuro negro-- del FC Barcelona, Chris Singlenton (i), con el balón ante la defensa del jugador dominicano Herbalife Gran Canaria, Eulis Báez / EFE

El escolta estadounidense del FC Barcelona, Chris Singlenton (i), con el balón ante la defensa del jugador dominicano Herbalife Gran Canaria, Eulis Báez / EFE

En los años más gloriosos del equipo de fútbol, las secciones no enganchan. La asistencia al Palau ha caído en picado, sobre todo para seguir al equipo de baloncesto. Las campañas promocionales del club no han dado los resultados esperados y tanto en la directiva como en la masa social crece el número de detractores sobre el actual modelo. Los más comedidos piden que se reduzca la inversión y los más osados esgrimen que esos 40 millones podrían destinarse a un fichaje para el equipo de fútbol.

Las secciones vivieron su época de esplendor con Josep Lluís Núñez en la presidencia del club y Salvador Alemany como directivo responsable. En los años duros en los que el equipo de fútbol festejaba las Copas del Rey o las Recopas porque se estrellaba en la Liga, el mejor antídoto para calmar muchas depresiones fueron los títulos conseguidos por la sección de baloncesto, con Aíto como entrenador y Solozabal y Epi como jugadores más emblemáticos. También el balonmano, con sus cinco Copas de Europa consecutivas, convirtieron el Palau Blaugrana en un pabellón temido por todos sus rivales.

Club polideportivo por definición, el Barça no puede soportar una carga económica tan pesada con resultados muy discretos, insatisfactorios para un entidad que no hace tantos años era una gran potencia. Tal vez ha llegado la hora de replantearse el futuro, por ejemplo, del hockey patines, cuyo poder de convocatoria es testimonial. Y, sobre todo, urgen medidas de choque para reactivar la sección de baloncesto, que acumula fiasco tras fiasco, con derrotas humillantes, desde que ganara su última Liga ACB en 2014. Las comparaciones con el Real Madrid, el eterno rival, son odiosas.