22 puntos. Los mismos que el Real Madrid. 29 goles a favor y 14 en contra deciden el liderato a favor del FC Barcelona. Los blancos defienden mejor a día de hoy, tan solo han encajado nueve tantos, pero tienen mucha menos pólvora delante (21). La pegada es azulgrana.
Talento, desequilibrio y gol son características que definen a la plantilla del Barça. Sin embargo, en lo que va de curso la falta de intensidad se ha convertido en otro peligroso aliado del conjunto que dirige el cada vez más discutido Ernesto Valverde. Su equipo está perdiendo el alma.
Competitivos a más no poder durante la última década, los blaugranas se han convertido en una escuadra tremendamente vulnerable a nivel mental. Este sábado, un cortocircuito de siete minutos se tradujo en tres goles del Levante y un batacazo épico. La falta de concentración, y de autoridad, recordó por momentos al desastre de Anfield.
Valverde parece haber normalizado esta situación. Resignado a ser duramente criticado siempre que pierde puntos, incapaz de reconocer que a menudo sus pupilos juegan rematadamente mal. No queda claro si el problema se de actitud, de concentración, de motivación o de todo un poco, pero es importante coger el toro por los cuernos cuanto antes.
El Barça tiene la fortuna de tener en frente a un Madrid endeble como principal rival por el título de Liga. Encomendados a un Benzema pletórico este curso, los de Zidane suelen atascarse cuando el francés no tiene la noche acertada de cara a portería.
El mejor consuelo en clave blaugrana es que están líderes a pesar de lo mal que están jugando. Y decir que se jugó bien contra el Eibar o contra el Valladolid es pecar de optimista, ya que las goleadas en esos partidos no deben camuflar la falta de fútbol que acusa un equipo plagado de cracks que lo pueden hacer mucho mejor.
Es turno de hacer reflexión. Aunque el Madrid no tenga pegada, contra el Betis mostró síntomas de poder jugar mejor que el Barça. Es preocupante. Valverde debe encontrar la tecla para recuperar la motivación de sus jugadores. Si no, al final alguien se acabará muriendo de un susto. Que ya son muchos.