Muchos culés se quejaron este verano de que no había revolución. Muchos barcelonistas, incapaces de entender la situación de crisis económica que atraviesa el club tras la caída de ingresos por el coronavirus, exigían fichajes estelares y una transformación de arriba abajo. El presidente dimisionario, Josep María Bartomeu, tomó decisiones impopulares y apostó por un grupo de jóvenes talentos y por un entrenador, Ronald Koeman, que cada vez está demostrando tener más mano izquierda para gestionar una plantilla que ilusiona. Leo Messi amenazó con marcharse en verano. Exigía un proyecto deportivo. Un equipo competitivo. Ya lo tiene.
Es cierto que todavía son jóvenes e inexpertos. Que muchos de estos jugadores aún no han demostrado nada y que el rival de esta noche, un modesto Ferencvaros de Budapest, no es el contrincante idóneo para sacar conclusiones. Hay que tener muy presente que ante la mayoría de rivales de empaque --Sevilla, Real Madrid o Atlético--, el Barça no ha brillado. Pero sí lo ha hecho, por ejemplo, contra la Juventus. La inercia positiva contrasta con la abundante decadencia que se respira en Madrid y da la sensación que este grupo de jugadores tiene todos los elementos necesarios para convencer a Messi de que en Barcelona no estará mejor que en ningún sitio.
La recuperación de la confianza de Griezmann es vital. No solo porque por fin El Principito exhibe su mejor versión con el Barça --lleva dos partidos anotando auténticos golazos-- sino porque su generosidad hace mejores a compañeros también muy necesitados de confianza como Dembelé, Coutinho y Braithwaite. El francés ya empieza a demostrar dotes de líder silencioso. Tan solo rompió ese silencio con Jorge Valdano, algo que incluso el propio Koeman agradeció en tono de broma: "Que venga Valdano cada semana".
Si a estos jugadores se suman las estrellas emergentes recién descubiertas que representan Ansu Fati, Pedri González, Sergiño Dest o Francisco Trincao, nos topamos con un equipo de presente y, sobre todo, de mucho futuro. Si Messi se cuida y alarga sus años de fútbol, puede seguir disfrutando junto a una generación que promete emociones fuertes.
Lo más difícil será cuadrar los millonarios números de su contrato. Un aspecto del que se habla con la boca pequeña en los aledaños del Camp Nou. Incluso los precandidatos a las elecciones del Barça evitan mojarse y lo que se rumorea en Barcelona es que la mayoría preferiría quitárselo de encima. Muchos lo ven ya más un problema que la bendición que fue. Algo que ya le va bien a su amigo Neymar, que volvió a reivindicar que su mayor anhelo es volver a jugar con Messi. Pero si el motivo no fuese económico, sino solamente deportivo, Messi no tiene excusa: en el Barça hay equipo.