“Ansu Fati estará dentro de dos semanas para jugar y quiere estar disponible ante el Sevilla”. Así, a palo seco, varios medios de comunicación informaban a principios de esta semana sobre el estado del joven delantero, que se está recuperando desde finales de enero de una grave lesión en el tendón proximal del bíceps femoral de la pierna izquierda. Una sentencia precipitada a todas luces: hasta que no se diga lo contrario, las altas las dan los médicos del club y no el jugador, su fisio de confianza y, mucho menos, su familia. Está bien que el entorno se alegre porque la recuperación del delantero va viento en popa -lleva un mes y medio trabajando en Madrid bajo la supervisión del fisioterapeuta externo al club, Joaquín Juan, persona de máxima confianza de su agente, Jorge Mendes- y que las sensaciones estén siendo muy positivas pero de ahí, a marcar la hoja de ruta desde fuera del club, media un abismo.
Para empezar, en el club sorprendió, y mucho, que se marquen fechas para su regreso y hasta pongan el 3 de abril en el calendario como el día idóneo, cuando se le explicó muy bien, tanto al jugador como a su entorno, que en esta ocasión no se iban a plantear plazos de regreso, dejando que sea la misma evolución la que acabe marcando los tiempos. También se le dejó meridianamente claro que al elegir la terapia conservadora, es decir, no pasar por el quirófano, existía un riesgo real de recaída, por lo que el trabajo de prevención obligaría a alargar su regreso. Además, también se le recordó que si volvía a recaer, ya no habría ningún tipo de debate posible para conocer el siguiente paso: iría directamente al quirófano, solución que le dejaría entre tres a cuatro meses más fuera de los terrenos de juego.
De ahí que más de uno en el club se quedara ojiplático cuando apareció la noticia de que Ansu Fati quería volver en dos semanas. Primero, porque las valoraciones se harán en su momento y segundo, hasta que no empiece a entrenarse con el grupo no se realizarán los primeros test reales de su estado. En el club no se quiere pisar en ningún caso terreno pantanoso: la previsión es que esté un mínimo de tres semanas ejercitándose con el resto de compañeros para dar el salto definitivo y recibir el alta.
“Estamos ante un jugador de altísimo riesgo”, resaltan en el vestuario blaugrana, que recuerdan que ha sufrido ya dos recaídas esta temporada. Cualquier atisbo de presionar a los servicios médicos para que el jugador regrese antes de tiempo tendrá poco recorrido: el club tiene muy claro que gestionará este caso con la máxima precaución y cuidado.
El objetivo es que pueda acabar la temporada disfrutando y recuperando las sensaciones de futbolista, con el reto prioritario de empezar el próximo curso al mismo nivel que el resto y habiendo dejado atrás una difícil etapa de su vida.
Si Fati, o alguien de su entorno, no lo entiende así, parece evidente que se avecina un choque de trenes, donde seguramente nadie saldrá como ganador y todos acabarán perdiendo.