El culé tiende a ser un poco catastrofista por naturaleza. Crítico y exigente, reclama siempre la excelencia tanto a los futbolistas, como a los entrenadores y directivos. Ernesto Valverde sufrió la asfixia de la culerada por el mal juego desplegado por el equipo durante los últimos meses. Bartomeu respira algo más aliviado, pero últimamente también está en el centro de la diana.
El presidente no es el culpable de todos los males del Barça, pero si el máximo responsable. Y la realidad es que estos días se han cerrado diversas operaciones de difícil explicación para cualquiera que anteponga los intereses deportivos a los económicos. Es obvio que hay que pensar en las cuentas y tratar de hacer caja para compensar las grandes inversiones en fichajes como los de Griezmann (120 millones), Coutinho (120+40) o Dembelé (105+40), pero sería conveniente no debilitar el equipo en el tramo decisivo de temporada.
El principal responsable en estos momentos es Eric Abidal, muy amado por la afición por su pasado como futbolista del club y por la tremenda historia de superación que protagonizó al sobreponerse a un cáncer de hígados cuya resolución, por cierto, sigue todavía en los tribunales. Como secretario técnico ha mostrado la virtud de saber vender, pero su planificación este enero ha sido un auténtico despropósito. Cualquiera podría pensar que es un topo de Laporta infiltrado en la actual directiva. No olviden que en las elecciones de 2015, Abi era la apuesta particular de Jan para la secretaría técnica.
La mala gestión de la marcha de Valverde se fraguó en el empeño del propio Abidal por hablar con Xavi y ofrecerle el cargo del Txingurri, aunque ahora desde el club dicen que el de Terrassa no estaba entre los tres supuestos finalistas –Pochettino, Allegri y el propio Setién–. Ello desembocó en la fulgurante contratación del cántabro, movida por Ramon Planes, y consecuencia de una improvisación un tanto peligrosa.
La misma que se ha utilizado para solventar la ausencia de un ‘9’ puro tras la lesión de Luis Suárez. La operación Rodrigo, que no gustaba a la afición, saltó por los aires y las alternativas que sonaron fueron de locura. Lo más surrealista del caso fue que Bakambu cogió un vuelo a Barcelona para negociar su fichaje y en la escala de Hong Kong le dijeron que se abortaba la misión. Finalmente, sin delantero. Y sin otros cinco jugadores.
Digamos que se pueda entender que el Barça decida confiar en Griezmann como ‘9’, en parte se le fichó para ello. ¿Por qué entonces se decide prescindir de los canteranos que pueden dar descanso o cubrir posibles lesiones? A principio de curso la delantera la conformaban Messi, Luis Suárez, Griezmann, Dembelé, Carles Pérez y Ansu Fati (6). Ahora, de cara al tramo decisivo de curso, estás sin Suárez, sin Carles y con Dembelé entre algodones: 3,5. Veremos si Collado es capaz de asumir ese rol de quinto delantero, aunque teóricamente es un centrocampista ofensivo y no un extremo.
A mayor abundamiento, hay que señalar que otro jugador del filial que en caso de necesidad podía hacer las veces de ‘9’, Abel Ruiz, también sale del club. Otra cesión, como la de Pérez, pensada para hacer caja en verano. Una alternativa menos por ocho millones de euros. Queda claro que nadie confiaba en él dentro del club ya que no han querido ni darle la oportunidad debido a su bajo rendimiento también con el filial (tres goles en 19 partidos).
Además de los dos puntas, el Barça se ha despedido también de un lateral derecho como Wagué –es entendible, ahora son tres en plantilla--, un medio como Aleñá –también tiene sentido dada la competencia y falta de minutos que tenía—y de un central como Todibo. Esto ya cuesta más de entender, toda vez que el equipo se queda con solo tres centrales y uno de ellos se llama Umtiti, que como Dembelé, suele estar entre algodones y hace siglos que dio su mejor versión. La alternativa pasa por tirar del joven Araujo, del filial, como ocurre con Collado.
A priori, no pinta demasiado bien la jugada de Abidal. Pero esto suele ir de resultados. Las notas siempre se ponen a final de curso.