La grada del Camp Nou en el Barça-Eintracht de la Champions League EFE
Los regímenes dictatoriales persiguen a los disidentes y tratan de 'aniquilarlos' con falsas acusaciones para presentarles, ante la opinión pública, como los malos, los perversos. O estás conmigo o te aparto, porque criticar es molestar. Y eso es lo que está haciendo la directiva de Joan Laporta con las leyendas del club, con los periodistas, con los peñistas o con los integrantes de la grada de animación. Es una purga en toda regla, un método cero ético para depurar barcelonistas y marginar a aquellos que se atrevan a hacer una mínima crítica al líder intocable. Es una especie de limpieza étnica y sectaria del que se cree el emperador del imperio culé y reparte carnets de buenos y malos barcelonistas en función de si eres genuflexo o te atreves a cuestionar su gestión. Han emprendido su particular proceso de regeneración.
Todavía hay algo peor que eso, utilizar la mentira para desacreditar a aquel que te descubre y erigirte como el protector del buen orden en el club.
Esto es lo que ha ocurrido con todos aquellos que hemos denunciado que la expulsión de la Grada de Animación nada tenía que ver con el impago de una supuesta multa que se usó como excusa por parte de la junta de Laporta. Expulsó a los ejemplares socios, que se dejaban el alma en crear una animación auténtica y espontánea, que ayudaba al equipo en cada partido, solo porque un día cantaron “Barça, sí, Laporta no”, y había que atajar cualquier atisbo de contagio con el resto de la grada.
La mentira tiene las patas muy cortas, y más si se pronuncian diariamente. En la reunión que Elena Fort, vicepresidenta del Barça que está haciendo lo mismo, o peor, que criticaba de anteriores directivas, se reunió con los jóvenes socios, a los que les acabó destapando la gran falsedad, y les reconoció que “con multa o sin multa, lo hubiésemos hecho de todas formas”. Ahí están los audios para escuchar nítidamente esa confesión de parte. Esa autoinculpación. Es decir, que lo de la multa era una burda excusa, el objetivo que se marcó esta junta previamente era cargarse a los integrantes de la grada de animación, aunque llevaran años de entrega desinteresada para ambientar el Camp Nou con un comportamiento ejemplar. El objetivo es sustituirles por unos cachorritos, a los que adiestraran convenientemente para que obedezcan y aplaudan al emperador, que esa --al parecer-- es su gran y única prioridad. Laporta ha criminalizado a la misma grada de animación que, en campaña electoral, le parecía ejemplar. Entonces necesitaba ganarse su apoyo. Y una vez que ya es presidente, ahora le parecen lo peor. Alguien así no es de fiar.
Para hacer esa purga, que Elena Fort ha admitido que se iba a hacer, con o sin multa, no era necesario criminalizar a un grupo de socios barcelonistas entregados, que han pasado tres filtros de seguridad, el de los Mossos, el de la seguridad privada del club, y las huellas dactilares de cada partido. No hacía falta que una directiva manchara la imagen de otros consocios y copropietarios del club, que lo único que hicieron fue atreverse a ejercer el más elemental derecho de libertad de expresión. Y luego, Laporta tiene la desfachatez de asegurar que el “palco del Bernabéu representa el poder y el del Barça la democracia”. Pues, muy demócrata no es purgar al que se atreva a hacer un cántico crítico, que digamos, o el que incumple su promesa de volver a hacer asambleas presenciales y las mantiene telemáticas para que el socio no opine, y si lo hace, que lo haga desde un ordenador y, con antelación, para que la directiva pueda filtrar lo que le conviene a ella. ¿Eso es democracia?
Una vez que se conoce quién ha mentido para estigmatizar a un colectivo de culés por motivos políticos, y persigue a aquellos que lo denunciamos, el socio debe plantearse que si no actúa en las próximas elecciones, ese poder sin escrúpulos, le acabará pisoteando, tarde o temprano, y entonces ya no valdrán sus lamentaciones.