Joan Laporta, presidente del Barça Europa Press Barcelona
La vergüenza que se vivió en las gradas del Estadio Olímpico en el Barça-PSG es el resultado de la pésima gestión de Joan Laporta en el ámbito social durante estos últimos 4 años. A base de menosprecio y maltrato, ha logrado distanciar a la “Gent del Barça” del club, ha vilipendiado a los socios, se ha cargado la Grada d’Animació con formas dictatoriales, ha desmembrado a la Federación Mundial de Peñas, que era un ejemplo de movilización barcelonista, y ha desincentivado a los 83.000 abonados que había cuando llegó a la presidencia. En definitiva, ha sustituido a los socios, los propietarios del club, por turistas y aficionados del equipo rival, que pagan más, se quejan menos y, además, les es más fácil hacer negocio con los touroperadores.
Ir a ver un partido del Barça se ha convertido en una de las peores experiencias para un culé de toda la vida. No olvidemos que este presidente consiguió meter a 30.000 alemanes del Eintratch en el Camp Nou a los que les vendió entradas, para que luego acabaran insultando, escupiendo y tirando cerveza a los socios barcelonistas que vieron como invadían su casa gracias al presidente, que luego tuvo la desvergüenza de acusar al socio de reventa sin pillar ni sancionar ninguno, simplemente porque fue otra de sus habituales mentiras. Ir a un partido del Barça se ha vuelto una tortura.
Pendientes del mail, de la App, sufriendo por el plazo de las 24h para solicitar la entrada después de hacer interminables colas virtuales, incertidumbre sobre en qué estadio se jugará, precios altísimos para los socios que este año si querían sacar un abono y luego llega el día del partido y parece que estés en Disneyland París, todas las personas que hay a tu alrededor son extranjeras que les han regalado una bufanda y no se saben ni el himno mientras los pocos socios del Barça que estoicamente han subido a la montaña están en la última fila superior del córner y comprueban atónitos que la degradación social no tiene fin porque el club ha ideado sustituir las peñas jóvenes de animación por una señorita que lleva un cartel donde pone “levanta ahora tu bufanda”. Imposible ser más patético. Los aficionados tratados como si fueran monigotes. Y mientras, se escuchaban los cánticos e insultos de la afición del PSG. El palco se ha vuelto el peor enemigo del equipo de Flick que cuando va justito de fuerzas no tiene ese aliento de la afición que existe en otros campos, como en el Metropolitano. Y a todo esto, con Laporta riendo y abrazándose a Luis Figo. Todo muy nauseabundo.
El presidente ha demostrado una vez más que no es un hombre de palabra, que es capaz de traicionar a Messi, a sus directivos y a quién haga falta. Se comprometió con los socios a recuperar la asamblea presencial, como lo ha sido siempre, para hacerla más participativa. Y resulta, que volverá a celebrarla exclusivamente telemática, escondiéndose detrás de una pantalla, para conseguir que el socio no acuda, no pida explicaciones y pueda seguir ocultando información al propietario del club.
Si pésima es su administración social, peor es su gestión económica. Los números demuestran que ya es el presidente con peores resultados económicos de la historia del club. Su primera etapa como presidente la cerró con 67 millones de pérdidas acumuladas, y eso que Guardiola y Messi lo ganaban todo en el campo, y en teoría los mayores sponsors del planeta querían asociarse al Barça. Y en esta segunda etapa lleva ya 120 millones de euros acumulados de pérdidas en estos 4 años y medio. Y eso después de haber dilapidado 1065 millones de ingresos futuros de las palancas. Es decir, que sin ese doping financiero, las pérdidas generadas en estos 5 años por la gestión ordinaria serían de 1100 millones. Y aún así, el club no puede gastar en fichajes porque tiene una masa salarial excedida en 112 millones y sigue lejísimos de la regla 1.1 que aconseja la normativa del control económico. Lo que demuestra que Laporta es ya el peor presidente, económica y socialmente, de la historia del club.
Y el summum de la hipocresía es haberse pasado todo el mandato diciendo que la Superliga era la solución a los problemas del club y de la sostenibilidad del fútbol europeo porque “hay que acabar con el doping financiero que permite la UEFA a según qué clubs” y, ahora que el Barça es multado con 60 millones por el organismo europeo por saltarse las normas del fair play financiero, decide abandonar el proyecto de la Superliga y arrodillarse ante Alexander Ceferin, presidente de la UEFA, y “abrazarse” a Luis Figo y a Nasser Al-Khelaïfi, máximo mandatario del PSG y de la ECA. Simplemente, indecente.