Parece magia, pero no lo es. Se podría elogiar al presidente Joan Laporta por ese nuevo contrato con Nike que ha sido vendido como lo jamás visto, aunque todavía tiene que ser bendecido por los socios, pero que hasta ahora ha mantenido calladitos a los opositores que hace tan solo pocas semanas estaban pidiendo elecciones anticipadas o moción de confianza. Pero para los aplausos habrá tiempo. Los socios tendrán que aprobarlo tras conocer las cifras exactas, cómo afecta a BLM, qué se está vendiendo y si se ha pagado o no a un comisionista. Transparencia, en definitiva, que es algo de lo que ha adolecido esta junta.
La gran realidad es que ese nuevo contrato, que habla de 1.200 millones de euros para los próximos catorce años, es fruto de una supervivencia obligada al carecer de Fair Play financiero. Sin embargo, hablar de una millonada como esa en los tiempos que corren suena a milagro, a que te ha tocado el gordo de Navidad, y que, después de vender parte del patrimonio, de utilizar varias palancas, de perder un juicio con los amigos de Nike, si todo es real, no deja de ser un importante balón de oxígeno para el club.
Está claro que las victorias y el buen juego del equipo dejan en un rincón todo lo que los opositores han estado denunciando de la gestión directiva. Algunas fuentes económicas aseguran que el valor del contrato es el que hay en el mercado teniendo en cuenta el nivel de ventas que genera el Barça. Y, al mismo tiempo, señalan que los 100 millones anuales de hoy al cabo de dos-tres años se verán reducidos a la mitad, lo cual favorecerá a Nike a la hora de renegociar el contrato.
Puede que con los óptimos resultados del equipo y esta inyección económica Jan se atreva a todo, incluso a convocar elecciones, y vuelva a salir elegido. Total, en 2038, tendrá 76 años y si continúa sacando de su chistera apagafuegos como el de Nike, seguro que será nombrado presidente vitalicio.
Habrá que esperar la reacción de Víctor Font, que definió a Laporta como un problema más que una solución, y de Joan Camprubí, de “Som un clam”, que lanzó la alerta de “estamos en riesgo de extinción”. Ellos saben perfectamente, al igual que Laporta, que si la pelota deja de entrar, todo cambia. Ya lo vivió Josep María Bartomeu en 2015. Convocó elecciones porque quería marchar del club tras ganar el triplete, las ganó y luego salió como salió.