La identidad del Barça se podría resumir en estos 3 conceptos, que deberían ser prioritarios en la obra de gobierno de cualquier dirigente barcelonista. Todas las épocas exitosas del primer equipo tienen como denominador común que la base estaba formada por jugadores canteranos. Y ese éxito no se puede atribuir a la obra de una sola persona sino que es una suma de aportaciones y aciertos de la cultura de club.
Si Laporta fuera un presidente agradecido con voluntad de unir al barcelonismo, en lugar de vivir del enfrentamiento y el sectarismo, reconocería que la ilusión que ha despertado este equipo joven de Flick no es solo mérito del técnico alemán sino de Xavi, que detectó y apostó por Lamine Yamal, Cubarsí o Fermín siendo todavía niños.
Y que Ronald Koeman, aprovechó el mal momento que vivió el club, para descubrir a Gavi o Balde, además de Mingueza, Ilaix o Nico. Y que estos jugadores canteranos, los más valiosos de la plantilla actual, fueron antes detectados gracias al gran trabajo de Jordi Roura y Aureli Altimira, incorporados por Rosell y Bartomeu y despedidos por Laporta, y ahora acreedores de un gran homenaje porque su acierto y labor ha resultado de un valor incalculable.
Es justo reconocer que esta cultura de club la instaló originariamente Josep Lluís Núñez, que tuvo la visión de futuro de inaugurar la antigua Masia y comprar los terrenos de Sant Joan Despí, una parte de los cuales se vendió, precisamente, Laporta en su primera etapa en la que trasladó los entrenamientos del primer equipo ahí pero en lugar de construir la nueva Masia, levantada bajo la presidencia de Sandro Rosell, quemó 17 millones de euros en comprar unos humedales en Viladecans que hoy tienen un valor de 4 millones en lugar de destinarlos a adecuar la actual ciudad deportiva.
Ni qué decir que esa operación ruinosa para el club generó una gran comisión, como es habitual. En definitiva, el éxito de la cantera es compartido y resulta curioso que el Laportismo quiera atribuírselo cuando su proyecto era justo lo contrario como se demuestra el gasto de 300 millones en 30 fichajes qua han hecho en solo 3 años y medio y que han llevado el club al borde del colapso económico.
Ha sido entonces cuando la grana mayoría han fracasado, al no poder inscribir a jugadores, ha tenido que tirar de Masia y se ha encontrado una gran herencia dejada por el buen trabajo de los anteriores. Ya le sucedió en su primera etapa cuando recibió a Messi, Xavi, Iniesta, Puyol o Valdés, los actores protagonistas del Barça más exitoso de la historia.
Las victorias son la mejor medicina para los culés y las conseguidas frente al Bayern y el Real Madrid son históricas y sirven para dar credibilidad a este ilusionante proyecto deportivo liderado por un entrenador que ha caído de pie y que todo lo hace con mucho sentido.
Pero en lugar de aprovechar las victorias para unir al barcelonismo, Laporta las aprovecha para pasar factura a la Grada d’Animació, cuyo apoyo al equipo ha sido incondicional, y hacerles pagar a los grupos jóvenes las multas del año pasado por algún insulto leve cuando esto lo asumía el club suena a revancha por los cánticos de “Barça, si, Laporta, no” de la temporada pasada.
Y lamentablemente, la desafección social que continua en el Barça debería preocupar más a la directiva. Almargen de los 18.000 abonados a Montjuic con plaza asegurada, se han recibido menos peticiones de los 27.000 abonos disponibles para asistir al Camp Nou a medio reformar durante la segunda vuelta y, por tanto, el sorteo no será necesario.
Es incomprensible que la directiva no se haya acordado de los socios que llevan años en la lista de espera. El incremento de precio, la incertidumbre por los retrasos de la obra, la obligación de tener que reconfirmar en cada partido y la no asignación de un asiento fijo son incomodidades desmotivantes.
Y es curioso que Sala i Martín, tesorero del club con Laporta en la temporada 2009-10 saldada con 79 millones de pérdidas (sin pandemia), reaparezca esta temporada 2023-24 en la que se han perdido 91 millones (sin pandemia), para defender la buena gestión económica de su amigo y criticar el trabajo de los auditores. Alucinante.