Puede que la irritada y penosa reacción del Madrid ante la negativa de France Football de conceder el Balón de Oro a un exquisito jugador español como Rodri en lugar de concederlo al maleducado de Vinicius haya sorprendido a más de un aficionado. De aquí y del mundo entero. Aunque el berrinche blanco, propio de niño malcriado, de ausentarse por completo de la gala parisina no era contemplado por nadie. Lo que sí cada vez se hace más palpable es que el club más español ha perdido el señorío que predica su himno y vociferan algunos de sus fans.

Cuesta creer que tanto el presidente como el entrenador blanco no hayan sido capaces de dar un merecido coscorrón al brasileño por sus continuas groserías y desconsideraciones con árbitros y rivales. Educarlo, en una palabra. Pero siempre he dicho que lo que es malo para el Madrid acaba siendo bueno para el Barça. En esta ocasión multiplicado por tres. En este mes todo está siendo divino para los barcelonistas.

También hay que admitir que este octubre dulce azulgrana ha impresionado, maravillado y dejado con la boca abierta a más de un socio culé y a muchos aficionados fuera de estas fronteras. Nadie esperaba que el Barça de estos adolescentes menores de 21 años y de veteranos que habían sido casi desahuciados pudiera completar una quincena tan extraordinaria como la que están viviendo.

Las exhibiciones brindadas ante el Sevilla, Bayern Múnich y Real Madrid, con un estilo de juego arriesgado, erigiéndose en el equipo que hace del fuera de juego un ejercicio de danza, más la noche triunfal en la capital francesa, acaparando la mayoría de premios, y el claro liderato en la Liga, nos ha hecho recordar al mejor Barça de todos los tiempos. Un Barça que desprende un olor dulce y que llena de felicidad a todos los culemaníacos.