Antes del pasado verano, el entorno del presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, hacía correr que, para ganar las próximas elecciones del año que viene, la estrategia iría en dos direcciones: estrenar el nuevo Camp Nou y fichar a Erling Haaland
Pues bien, prácticamente seis meses después, a Laporta ya no le hace falta ninguna de las dos estrategias. Por un lado, la rumorología de Haaland es parecida a la propaganda que en su día hizo con el (no) fichaje de David Beckam para ganar sus primeras elecciones. Y con el tema de las obras del estadio, la gente está tan eufórica con este equipo que el mismo club ha detectado un aumento de abonados no previstos para el Lluís Companys de Montjuïc en la última semana.
La conclusión es clara: cuando la pelota entra, todo funciona. Pese a una Asamblea General Ordinaria donde el papel del socio y la socia acabó siendo una viñeta de cómic y una economía en números rojos, lo más importante es que este Barça gana y Hansi Flick ha hecho olvidar todos los problemas endémicos que arrastra el club con dos simples partidos: ante el Bayern y el Real Madrid.
Incluso la imagen azulgrana se ha potenciado a nivel mundial y actrices presentes en la gala del Balón de Oro de ayer en París, como Natalie Portman, hicieron el gesto del 0-4 con la mano. El Barça vuelve a recuperar su poderío.
La otra cara de la moneda es la oposición que le queda a Laporta. Adiós a Víctor Font, adiós a Joan Camprubí Montal. Ni los que ya se han presentado y son conocidos como Font, ni los que vienen del entorno Esade y de la parte alta de la Bonanova con apellidos de poderío en la historia del club, como Montal, pueden hacer absolutamente nada frente a Laporta. El consejo que les deben dar aquellos que los quieran es que se retiren porque, de ahora en adelante, harán el ridículo cuando hablen.