El negocio del fútbol se ha vuelto en una máquina de hacer dinero mundial. Pero, demasiado a menudo, nos olvidamos de cómo funciona. La FIFA es un organismo 100% privado, con más miembros adheridos que la misma ONU y, muy importante, con unos estatutos propios y un órgano jurídico unipersonal radicado en Suiza que acaba decidiendo todo, previo paso, de llegar a la justicia ordinaria si alguien quiere ir más allá.
Con todo ello, lo que vengo a decir, es que en la casa de uno se imponen las normas propias o los criterios que se deciden y, si a alguien no le gusta, ya sabe dónde está la puerta. Esto vale a menor y gran escala. Por ejemplo, con el caso Rubiales se llegó a pedir al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que tomara cartas en el asunto. Una pérdida de tiempo si tenemos en cuenta que quién acabó destituyendo al expresidente de la RFEF fue la FIFA. Y si vamos al ejemplo más global y que nos concede ahora, encontramos el calendario de partidos y las protestas de jugadores porque consideran que trabajan demasiado.
Vamos a hablar claro: los jugadores no están preocupados por las lesiones y la presión que nos venden. Aquí, el tema de fondo es económico y lo que piden es que el reparto del pastel esté más equilibrado entre FIFA, clubes, pero también jugadores. Jules Koundé fue de los primeros jugadores que lanzó una advertencia hace unos meses. Quizás porque es francés, lleva en la sangre esto de protestar. Pero llegamos a tan solo el mes de octubre, todavía conociendo las rarezas del nuevo formato de Champions, y FIFPRO, el sindicato de jugadores, ya recoge el guante de Koundé y amenaza con ir a una huelga si el tema no se desencalla.
Debe ser la FIFA, y no los clubes, quien arregle esta situación. Y pagando, la gente calla. Todo el resto es una enorme cortina de humo para, nuevamente, intentar camuflar cualquier tema económico con aspectos superfluos que poco inciden en las causas verdaderas.
Los jugadores actuales deben entrenar más y ser más rigurosos con su plan nutricional y tener unos hábitos de sueño mucho más estrictos que en la época de Romario. Esto es así. El Barcelona actual triunfa por su doctrina militar, por ser físicamente más fuerte que la temporada pasada y basar el estilo en la efectividad. Si se lesionan tanto, más allá de jugar más o menos partidos, es porque algunos todavía no han entendido que el fútbol que se practica en el siglo XXI no es el mismo de antes.
Las exigencias suben y los salarios también. Y en estas estamos. Si hacemos un símil con cualquier trabajo de oficina, hace un par de décadas, la gente fumaba en los despachos. Ahora, sería impensable. En esta vida, todo cambia. Lo que nunca cambia son las exigencias económicas, el money money. Seguro que si la FIFA decide ser más generosa con los jugadores, en breve nadie hablará de tendinitis, luxaciones y espaldas rotas.