Si finalmente se confirma que el delantero del Athletic, Nico Williams, acaba rechazando la oferta del FC Barcelona y se queda un año más en el Athletic, habrá que pedir explicaciones a mucha gente. Al primero, a Joan Laporta, quien alentó, con sus gestos y silencios cómplices, la posibilidad de traer al internacional español, y al segundo, a Deco, que como director deportivo empieza a dar síntomas de una evidente ineptitud en todos los sentidos. También la comunicación del club queda claramente tocada, ya que sus portavoces oficiosos --hay cada vez más y de diversa índole-- han ido espoleando el mantra que el fichaje de Nico era prácticamente una realidad, pese a no tener ni tan siquiera la regla 1:1 solucionada, hasta el punto que al jugador no le podían garantizar a día de hoy su inscripción.
El club lleva ya unos días intentando rebajar el soufflé, consciente que han levantado entre la afición unas expectativas que van camino de acabar en un chasco. Una de esas frustraciones que solivianta al más pintado y que puede alimentar a una oposición, que sigue esperando el momento idóneo para dar el golpe de gracia. No hay duda que el fichaje frustrado de Nico sería la espoleta perfecta para catapultar a la oposición hacia objetivos y retos más ambiciosos, con la moción de censura como arma disuasoria final.
El cromo de Dani Olmo --si finalmente fructifica-- podría aplacar a una parte de la 'culerada', pero no a toda, que se sentiría, y con razón, totalmente engañada por el club. Y es que el engaño se ha convertido en el modus operandi de esta junta presidida por Laporta, como se demostró desde el primer día, con la promesa incumplida de la renovación de Leo Messi.
Desde la llegada de Laporta se han ido encadenando nombres de fichajes que nunca se han vestido de blaugrana ni por asomo. Bernardo Silva, Martín Zubimendi, Joshua Kimmich y ahora, con casi toda seguridad, Nico Williams forman parte de esta leyenda negra: jugadores que han rechazado, por una u otra razón, venir al Barcelona. Siendo realistas, esto hace una década era totalmente impensable, pero ahora el club da la sensación de ser el carro del pescado, que va recogiendo las piezas que los demás no quieren.
Y aquí es donde emerge la figura de Deco. Su papel como máximo responsable de fichajes está claramente en entredicho. Y no sólo por los problemas éticos de haber sido el representante de Raphinha, actual jugador de la plantilla, sino porque en su haber, por ahora, sólo está el fichaje de Vitor Roque. El brasileño aterrizó este enero, a un coste de 30 millones más 31 en variables, ante la indiferencia de los técnicos de entonces. Seis meses después se ha demostrado ser una operación totalmente fallida. Ni Xavi contó con él ni Flick parece que vaya a cambiar de opinión. Su partido ante el City fue una clara demostración que no tiene nivel para jugar en el Barça, que los jóvenes le dan mil vueltas y que André Cury ha vuelto a meterle un gol por toda la escuadra al Barcelona.