La reforma del Camp Nou será la gran obra del FC Barcelona en el siglo XXI. Presupuestada en 960 millones, suscita muchas dudas. Desde que Joan Laporta ganó las elecciones en 2021, el presidente cambió el proyecto inicial de Josep Maria Bartomeu y Nikken Sekkei, cuyo despacho fue relegado a un papel secundario en beneficio de Torrella Ingenieria, una empresa de bajos vuelos que está bajo sospecha.
La concesión de las obras a Limak, una constructora turca que solo ha levantado un campo de fútbol, también fue polémica y controvertida. Jordi Llauradó, directivo responsable del Espai Barça, dimitió por su desacuerdo con la decisión de Laporta de prescindir de las grandes constructoras españolas.
El nuevo proyecto es un pastiche. Es una mezcla del plan inicial de Nikken Sekkei y de los caprichos de Laporta, un cambalache que molesta a los profesionales y cada vez gusta menos a los socios y aficionados del Barça.
Laporta, un presidente presidencialista que lo aguanta todo, no se inmuta ante las críticas. Ni ante las meteduras de pata de su vicepresidenta institucional, Elena Fort. Él insiste en que el Barça regresará al Camp Nou a finales de 2024, una tesis que descartan arquitectos y constructores. Y, presuntamente, los proveedores de Limak.
El presidente del Barça tiene prisa por volver al Camp Nou. Su proyecto es cambiante. Un día anuncia que el estadio tendrá un videomarcador de última generación de 360 grados y otro lo descarta por su alto coste y apuesta por unos marcadores muy discretos. Laporta, en cambio, anuncia ahora la construcción de unos palcos de gran lujo.
El nuevo Camp Nou también tendrá 3.000 plazas de parking, ascensores y escaleras mecánicas. Las 104.600 localidades estarán cubiertas pero Laporta ha renunciado a un techo retráctil como el del Bernabéu que frenará la actividad en el estadio del Barça en tiempos de crisis.
Laporta haría bien en dar nuevas explicaciones sobre el futuro Camp Nou. Los socios están desconcertados. Y, para colmo, se duda de la seguridad de la futura instalación. No parece que el nuevo Camp Nou se convierta en el mejor estadio del mundo como asegura el presidente del Barça. El campo, como su gestión, está bajo sospecha.