Es evidente que el proyecto del presidente Joan Laporta está sembrando las dudas. Pese a no sacarle méritos, como el hecho de ganar la Liga la temporada pasada, es evidente que algo está fallando. De entrada, la situación que heredó del anterior presidente, Josep Maria Bartomeu, es un punto de partida demasiado difícil de revertir en el corto plazo y ni un mago puede hacer maravillas con un club totalmente desmantelado y donde, a día de hoy, sigues con el lastre de la época de los fichajes millonarios con un Frenkie de Jong que no te lo puedes sacar ni con agua hirviendo.
Esto es cierto y nadie le retrae las desigualdades con las que ha afrontado uno de los mandatos más difíciles que nunca antes un presidente ha podido vivir. Pero también es cierto que, desde entonces, el club ha gastado 300 millones en fichajes y no me parece una cifra, para nada, menospreciable. Teniendo en cuenta dicha cantidad, se esperaba alguna cosa más que todo lo que ha resultado ser efectivo, incluso perdonando el fallido Víctor Roque que ya se puede sumar como rémora viendo el historial de brasileños fracasados que han pasado a lo largo de la historia azulgrana.
Pero incluso teniendo en cuenta el dinero gastado, lo que el socio, cada vez más, le cuesta entender es que el proyecto de Xavi siga sin mover una tecla más. La derrota contra el Girona en Montilivi marca un final de temporada exactamente igual al que empezó: una derrota idéntica a la de Montjuïc, solamente, intercambiando el orden de los goles finales, con un 4-2. Estos ridículos son demasiado difíciles de seguir repitiendo sin que pase nada.
En este contexto, es evidente que el club necesita liderazgos y Joan Laporta es un auténtico líder porque, pese a todo, su telegenia y don de gentes saben anteponerse a cualquiera adversidad. Ahora bien, el papel lo aguanta todo, pero la práctica es otra cosa.
Por todo ello, por la gravedad de la situación, no existe ni una pizca de oposición al club que pueda empezar a cuestionar la manera de hacer. ¿Dónde está Víctor Font? En momentos como estos, el silencio, todavía explica mejor las cosas de lo que nos pueda parecer. La situación es muy grave, pero nadie sabe cómo reconducirla. Sería bueno que todos los predicadores que se las prometían, ahora salieran a dar alguna declaración. Pero nada de esto, nadie quiere aprovechar el momento para tener su cuota de protagonismo porque la situación es más delicada de la que nos podemos llegar a imaginar. Y porque saben que, si perdieron las elecciones, fue por algo.
Faltan liderazgos fuertes y de consenso en este club. El actual presidente Joan Laporta todavía tiene el crédito de los logros del pasado, pero también de la capacidad de mover masas. Aunque todo tiene un límite y los azulgrana esperan que si se llega a este, quede alguien mínimamente dispuesto a salvar el club.