Son demasiadas veces las que nos hemos preguntado qué pinta un asesor comunicativo para Xavi si, al fin y al cabo, quien lo paga es el club y no él en primera persona. La misma pregunta nos hicimos, en su momento, sobre la real funcionalidad de un psicólogo para Luis Enrique que, encima, intentaba enchufar a sus jugadores.
En el caso de Xavi queda patente que no necesita esta clase de figuras: ni para lo bueno, ni tampoco lo malo. Cuando pasó la tempestad con un juego horripilante y sin resultados, salía a hablar más con el corazón que con la cabeza y los consejos. Cuando ahora sale el sol, el arco iris e incluso un unicornio volando, pese a que el juego tampoco convence mucho, los resultados son efectivos y vuelve a hablar desde el corazón y un punto de serenidad.
A Xavi le ha fallado la inexperiencia de medirse como entrenador de un gran equipo y un club tan complicado. Y, a la vez, se ha comparado demasiado con sus predecesores, como Luis Enrique, pero también Pep Guardiola. Pero es evidente que está aprendiendo a controlar sus emociones, sus rabietas y su temperamento culé. Pero también es igual de evidente que este ejercicio no ha venido como una consecuencia del trabajo comunicativo, si no por una paz que ha encontrado ante unos resultados efectivos.
La carambola se puede dar por partida cuádruple: ganar en París, ganar en Cádiz, hacerlo en casa contra el PSG e ir al Santiago Bernabéu y conquistar el Clásico. Soñar es gratis, pero en el fútbol todo es posible. Incluso es posible que, si pierde con dignidad la vuelta de Champions y hacen un partido digno en Madrid, Xavi acabe renovando mientras los de dentro, que la temporada pasada escupían veneno, griten Xavi, quédate. Esta es la magia del fútbol: no querer entenderlo todo.