Xavi Hernández oficializó el pasado sábado una decisión que iba barruntando desde hace tiempo. La verdad es que todo empezó a torcerse muy pronto, quizás demasiado pronto. Tras ganar la Supercopa de España y la Liga, Xavi confiaba en empezar una temporada de consolidación del proyecto, acompañado de sus aliados más fieles y profesionales. Sin embargo, este sueño se difuminó a las primeras de cambio con el adiós de Jordi Cruyff, amigo íntimo del de Terrassa, al que siguió Mateu Alemany. Dos bajas importantísimas, que dejaron a Xavi con el pie cambiado, sin entender muy bien los motivos. La llegada de Deco le dejó aún más descolocado, aunque muy pronto cambió de opinión, tras constatar la capacidad de trabajo de su ex compañero y sus conocimientos del mercado. Pero Deco no era Jordi y aún menos Alemany.
La bola de nieve fue creciendo tras constatar en primera persona que no iban a venir ninguno de los fichajes del plan A. En una reunión en agosto con Laporta y Deco, el técnico tuvo que asumir que no vendrían ni Bernardo Silva, ni Kimmich y aún menos Zubimendi. Xavi intentó, en un acto de fe, convencerles de que al menos trajeran al pivote vasco, pero los responsables del club se mantuvieron en sus trece: “No hay dinero”.
La aparición de Joao Félix en el horizonte blaugrana fue otra de las grandes sorpresas para Xavi. Ni estaba en la lista ni lo consideraba prioritario. Pero aquí se impuso el criterio de Laporta que le vendió la moto: “Si quieres a Cancelo ha de venir Félix, van juntos en el pack”. De hecho, tampoco quería a Cancelo, ya que su prioridad era Juan Foyth del Villarreal para el lateral derecho. Pero ante la necesidad imperiosa de cubrir la banda, el jugador del City le iba de perlas.
Y si en el club le iban haciendo la puñeta y poniendo obstáculos, desde el entorno no había un día de tregua. Xavi no olvidará nunca que tras perder en pretemporada contra el Arsenal le llovieron ya chuzos de punta. “Ni lo entendí entonces, ni lo entiendo ahora”, recuerda aún el entrenador.
Pero el colmo de los despropósitos, y donde Xavi recibió un golpe de realidad, fue a mediados de diciembre, cuando Laporta le aconsejó/obligó a cambiar la convocatoria e incluir a los pesos pesados que había dejado en Barcelona para que descansaran. El técnico intentó matizar públicamente esta decisión asegurando que había sido “consensuada” con el presidente y el director deportivo, pero este último comparecía minutos más tarde para asegurar que “no había sido consensuada”. Esta evidente contradicción, que dejó en evidencia a Xavi, fue el principio del fin de la relación entre Deco y Xavi, que ya no volvió a ser la misma: el colegueo y buen rollo pasó a ser estrictamente una comunicación profesional. Y más aún cuando le llegó unos días más tarde que el director deportivo ya iba filtrando nombres de posibles relevos en el banquillo.
Al final todo se precipitó en la final de la Supercopa de España. El nefasto partido de sus pupilos fue tan frustrante para Xavi, que decidió poner fecha de caducidad a su salida del club. Laporta le intentó frenar, sus amigos del entorno más cercano también y más de un jugador le pidió que recapacitara y se lo pensara dos veces. El único que no dijo ni mu fue Deco. Por algo será...