Xavi Hernández se había convertido, desde que llegó, en el pot de les hòsties. Es una frase hecha catalana que se usa para describir aquella persona que acaba siendo el receptor de todas las culpas que pasan en su entorno directo. Precisamente, si se trata de repartir responsabilidades, Xavi tiene una muy importante: pecar de una inexperiencia absoluta para ser entrenador de un equipo de primera y, sobre todo, de un club como el Barcelona. Y, a la vez, creerse invencible y rodearse de personas con poco currículum o experiencia: más allá del doctor Ricard Pruna, el staff técnico tiene un pasado flojo profesionalmente hablando, y demasiado ligado a Xavi por una amistad personal.

Sin ir más lejos Iván Torres, el preparador físico y responsable de los entrenamientos flojos de los últimos tiempos, es de Terrassa como el míster y cuenta con una trayectoria muy corta en selecciones y equipos de segunda categoría, tan solo tres o cuatro antes. Y el segundo entrenador, Òscar Hernández, es su hermano.

A partir de aquí, es una evidencia que las demás responsabilidades se deben a una presidencia que supo ganar muy bien las elecciones, pero que ha entrado por un camino un tanto tenebroso la misma noche que celebró el triunfo. Demasiados managers y comisionistas en el entorno, y fichajes de jugadores caros que no satisfacen las necesidades y exigencias que pidió el míster, aunque sí otros intereses. Y un director técnico como Deco, que ha acabado siendo una figura de papel.

El presidente Joan Laporta sabe que detrás de Xavi, si el tema vuelve a fracasar, viene él. Ahora incluso voces más afines empiezan a señalarlo, porque la crisis institucional que el club está viviendo va más allá de los resultados. Supongo que es por esto por lo que Laporta ha pedido tiempo a Xavi para irse, alargar la agonía cuatro meses más y, de momento, a poner unas cuantas velas para ver si el factor suerte puede girar la mala situación.

No hay un plan B, y Xavi es el gran aliado para descargar todas las responsabilidades. Incluso la temporada pasada, que el Barcelona ganó la Liga en parte por suerte, el sector duro de Laporta se dedicaba a criticar al míster. Entre ellos dos hay un matrimonio de conveniencia: a ambas partes les ha interesado alargar la situación, pero el foco mediático ya está poniendo límites.

Si después del mes de junio la situación del club sigue peor, ¿a quién echarán entonces la culpa? Faltará un Xavi de turno para verterle todo el estercolero. Y de perfiles así, tampoco es fácil encontrar cada día. El de Terrassa se dejó iluminar, más allá del sueldo, por la emotividad, el sentimiento azulgrana y las ansias de emular a Pep Guardiola. Pero de estos, pocos quedan. El presidente ya prepara un relevo para la banqueta, pero también otro escudo antibalas para seguir presidiendo.

A partir de aquí tres conclusiones rápidas: la solución para 30 de junio no se tomó de mutuo acuerdo entre Xavi y Laporta, pero su versión oficial aquí se queda. Que se marche cuando acabe la temporada es una manera de maquillar el currículum de Xavi y es lógico que pida, como mínimo, este aspecto. Por otro lado, los jugadores no están a su favor. ¿Qué jugador, a parte de Pedri y Gavi, se ha pronunciado? Robert Lewandowski incluso ha celebrado una comida en su casa este lunes sin él. Y tercera: ¿qué pasará el miércoles ante Osasuna? ¿Alguien piensa que si los resultados y el juego siguen siendo tan malos, se tendrá paciencia para aguantar cuatro meses más?